ABC – 20/02/16
· Quiere estrechar sus lazos con ERC y la CUP para llevar al País Vasco el desafío catalán.
· «Si no es lendakari en 2016 o en 2020, lo será después, y, además, de un estado vasco independiente y socialista».
Mensajes como este vienen circulando desde hace unas semanas por las redes sociales y reflejan la euforia que reina en amplios sectores de la «izquierda abertzale», cuando apenas faltan diez días para que Arnaldo Otegi Mondragón, «el Gordo» (Elgóibar, 1958), abandone el centro penitenciario de Logroño y asuma, en la práctica, la secretaría general de Sortu.
La Audiencia Nacional le mantiene inhabilitado y no podrá presentarse a las elecciones ni ocupar cargo público hasta el 28 de febrero de 2021. Pero los herederos de Batasuna quieren sacar rédito a su líder y le rendirán el 5 de marzo, en el Velódromo de Anoeta, un homenaje al «Mandela vasco», en tiempos de «apartheid».
La decisión judicial supuso un jarro de agua fría para las expectativas de los batasunos que, desde hace ya tiempo, veían en sueños a Otegi como inquilino de Ajuria Enea. Y en un futuro no lejano. Pero para EA, Alternatiba y Aralar ha sido un alivio porque no se sienten representados por quien durante años ha sido el rostro de Batasuna. Así que cambio de planes: aprovechando el carisma que tiene entre amplios sectores de la «izquierda abertzale» e incluso del nacionalismo guipuzcoano, el todavía preso de ETA va a emplearse a fondo en impulsar la estrategia dirigida a la acumulación de fuerzas soberanistas, que comenzó a trazar entre 2009 y 2010 y que allana el camino para una declaración unilateral de independencia, al estilo catalán.
Con la vista en Cataluña
Desde su celda, «el Gordo» ha comprobado con satisfacción que su «hoja de ruta» ha inspirado el proceso secesionista de Artur Mas. Y quiere estrechar lazos con sus amigos de ERC y de la CUP para que el desafío se lance también desde el País Vasco. Por algo, dice, lo patentó. De ello hablará con Joan Tardá y David Fernández en la visita que tienen previsto hacerle mañana en la cárcel. Según medios conocedoras de la situación, esa va a ser una de las primeras tareas a la que se va a entregar «el Gordo». Pero no la única. Los dirigentes de Sortu confían en que su carisma sea capaz de recuperar los votos que en las elecciones generales tomaron rumbo a Podemos.
Además, deberá taponar las vías de agua que se han abierto en la «izquierda abertzale». No le va a resultar fácil. Una serie de grupúsculos nostálgicos de ETA, y un elevado número de presos, aguardan el regreso de Otegi parapetados en trincheras que nunca llegaron a abandonar, para disparar a bocajarro su batería de reproches: ¿qué objetivos se han conseguido con el cese de la violencia? Ni tan siquiera ha habido un reagrupamiento de los presos. Y para colmo, se quejan, «el Gordo» sale a la calle, tras haber cumplido condena muy cerca del País Vasco y, encima, recibe un homenaje en olor de multitud.
Algunos «indignados» de la «izquierda abertzale» ya han empezado a desempolvar el pasado de Otegi. Pretenden demostrar que siempre supo mudar de piel para adaptarse a aquellas circunstancias que le permitieran sobrevivir. Cuando a principios de los «años de plomo» ETA político-militar, a la que pertenecía, quedó escindida, «el Gordo» se fue con los «octavos». Armas y dinero incluido. Abandonados a su suerte, sin apoyo político, en 1983 lideró a una veintena de compañeros –los «milikis»– que pidieron incorporarse a ETA.
Para ser admitido, recuerdan ahora los «indignados», Otegi tuvo que suscribir una declaración «claudicante y vergonzosa». Así, renegó por escrito de su pasado «polimili» e hizo «autocrítica» de «nuestra errónea trayectoria política que finalmente nos ha conducido a la asunción de la alternativa KAS y a nuestra reconducción dentro del proceso revolucionario vasco». A partir de 2009, recuerdan, una vez que constató la derrota de la banda, Otegi apostó por la vía exclusivamente política.
ABC – 20/02/16