Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 17/9/12
Arnaldo Otegi ha entrado en campaña desde la cárcel. Lo ha hecho, además, como acostumbra la izquierda abertzale cuando pretende hacerse notar:eligiendo el mensaje y el momento adecuados. El emblemático preso, encausado por ideologizar la transformación de la violencia a las vias políticas y que la Justicia entiende como encargo de ETA en el llamado caso Bateragune, ha decidido ahora, en plena campaña preelectoral del 21-0 en Euskadi, pedir disculpas, que no perdón, a quienes se consideran víctimas de su acción política, donde incluye su credencial terrosta.
Siempre hay tiempo para el arrepentimiento y Otegi ha elegido el más interesante para EH Bildu. Marcando los tiempos con siempre hace el movimiento político al que ilumina, proyecta desde las páginas de un libro – al que, de paso, garantiza el éxito mediático de su campaña de promoción- la catarsis de una apuesta política que busca su rentabilidad ahora que se juega su suerte electoral. Con su relato, donde destierra toda concomitancia con la violencia, barniza definitivamente las candidaturas que lidera Laura Mintegi, a las que impulsa para encarar el cuerpo a cuerpo con el PNV, que se presume muy igualado según las primeras encuestas.
De momento, fiel a la ortodoxia del lenguaje militar, Otegi no llega a pedir perdón. Entiende que con decir «lo siento» ya es suficiente por ahora. Bien es es cierto que jamás había llegado tan lejos a pesar del tiempo y de las ocasiones de que ha dispuesto, pero supone todo un gesto de alivio sobre todo para los partidos que acompañan a la izquierda abertzale a las urnas porque les quita un incómodo peso de la mochila, precisamente cuando más lo necesitan.
Icono del movimiento soberanista, Otegi se ve obligado a admitir que el proyecto político construido en torno a la socialización del sufrimiento, el tiro en la nuca y la extorsión, al que durante décadas nunca levantó la voz para criticar, llevaba camino de estrellarse en la costa. Al desnudar tan abiertamente este error, posiblemente la democracia encuentra su recompensa después de tanto sufrimiento. Quizá suponga la lectura más reparadora después de tanto desgarro estéril.
Con todo, sería injusto no valorar el gesto de Otegi, más allá del momento elegido y de negarse al perdón, porque la convivencia en Euskadi, a partir del fin asegurado de la violencia, lo necesita. ¿Suficiente? Posiblemente no para quienes siguen pensando que ETA existe, o que el arrepentimiento ni siquiera ha llegado a sus presos tras espectáculos patéticos como el caso Bolinaga. Pero la exigencia democrática pasa, sin duda, por la actitud de Bildu y del resto de marcas electorales abertzales. Ahí se juegan su credibilidad.
En una semana a favor de la corriente sin desgastarse un músculo tras la explosión soberanista en la Diada y la confesión mediática de Otegi, EH Bildu apenas tiene que escarbar en su programa para alentar sus expectativas electorales. Mientras, PNV y PSE-EE, por ejemplo, se enzarzan en adecuar cuál debería ser la política fiscal más adecuada para un País Vasco que empieza a sentirse tan concernido como España por el azote de la crisis.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 17/9/12