Editorial, ABC, 17/9/12
Es tarde para los exhibicionismos de plañidera del cabecilla etarra, que hace un mes llamó «perros» a los policías y sus «putas familias». Otegi quiere votos separatistas, no disculparse
FALTA poco más de un mes para las elecciones autonómicas vascas y la izquierda proetarra sigue adelante con su operación de maquillaje preelectoral. Esta vez ha corrido a cargo del incombustible preso etarra Arnaldo Otegi, quien ha escrito un libro sobre sí mismo en el que dice que «la izquierda abertzale reconoce el dolor causado». En un falsario ejercicio sentimental, Otegi pide disculpas a las víctimas de «las acciones armadas de ETA» si como portavoz les añadió «dolor, sufrimiento o humillación». Esto último es cierto, porque si las balas matan las palabras rematan, y Otegi lo sabe bien como portavoz del entramado político de ETA y miembro también de ETA. No hace mucho, en agosto pasado, este Otegi seráfico se refería a los policías y guardias civiles como los «txakurras» (perros) y sus «putas familias», mostrando así su irritación por la ley que permitirá a las víctimas de ETA exiliadas votar en su tierra. Empleó entonces Otegi el lenguaje más sanguinario de ETA. Por supuesto, el primero en aplaudir al Otegi escritor ha sido el lendakari Patxi López, demostrando lo fácil que le resulta a la izquierda proetarra granjearse el apoyo del socialismo vasco por cada guiño, gesto o mueca que haga en ese proceso de paz montado por ETA para transitar del terrorismo al poder político, sin pasar por el banquillo.
La Asociación de Víctimas del Terrorismo ya ha denunciado la impostura de Otegi como una treta preelectoral. Pero, ante todo, es un escarnio a las víctimas y una maniobra para distraer la atención de la opinión pública sobre lo principal, que es el desarme, la disolución y la derrota de ETA. Otegi está en la cárcel, y lo que diga es irrelevante salvo si contribuye a lo que les interesa al Estado y a la sociedad española, que es la desaparición de ETA. El líder de la izquierda proetarra es un peón en la estrategia con la que la organización terrorista quiere perpetuarse como un «ejército» en la reserva, una amenaza latente y armada, dispuesta a utilizar la violencia en cuanto los resultados políticos no sean de su agrado. Por eso Otegi no pide perdón por los crímenes de ETA y reduce su manifestación a un mero regate autobiográfico.
ETA amplifica sus éxitos tácticos y estratégicos gracias a algunos que deberían hacer todo lo posible por procurar su fracaso. Siempre encuentra un demócrata dispuesto a aplicar bálsamo buenista a la última mascarada etarra. Ahora es Otegi quien se da golpes de pecho, pero es tarde para estos exhibicionismos de plañidera. Otegi quiere votos separatistas, no pedir disculpas de las víctimas, con las que vuelve a jugar de la misma manera cruel que cuando justificaba cada asesinato de ETA.
Editorial, ABC, 17/9/12