EL MUNDO – 18/04/16
· Las ‘líneas rojas’ de los presos de ETA: ni arrepentirse ni delatar.
· Fue el pasacalles del dolor y el terror. Lo recorrieron al son de aplausos, abrazos y sonrisas, compartiendo pancarta quienes dispararon y quienes les justificaron. Los mismos que siempre olvidaron a las víctimas.
Ayer también. La escena fue inédita: cientos de ex miembros de ETA honrados por decenas de miles de simpatizantes por sus años de «lucha» por Euskal Herria recorriendo el centro de Bilbao. Su único balance ha sido dejar cientos de muertos, miles de heridos y haber formado parte del pasaje más sangriento de nuestra historia reciente. Muchos de quienes lo protagonizaron recorrieron juntos la capital vizcaína para reclamar pasos hacia la amnistía y un cambio de la política penitenciaria para los alrededor de 400 etarras que aún continúan en prisión.
La imagen resumía décadas de connivencia. En primer plano, Antón López Ruiz, alias Kubati, condenado a 1.210 años de cárcel por 13 asesinatos, portando la pancarta. Tras él, Josu Zabarte, el Carnicero de Mondragón–20 atentados, 17 asesinatos–, y al fondo, a escasos dos metros, el recuperado líder político de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, aclamado por ex etarras y simpatizantes. Todos han compartido un pasado y aspiran a compartir ahora un futuro supuestamente sin violencia.
Socializaron el sufrimiento y ahora aspiran a socializar las demandas para acelerar el reagrupamiento de los presos, su progresiva excarcelación y la vuelta de los etarras huidos. La manifestación de ayer es el inicio de una campaña para acabar con las que definen como «leyes de excepción» que se siguen aplicando a los miembros de ETA, fundamentalmente la dispersión en cárceles de fuera del País Vasco.
La marcha organizada por los ex presos de ETA no tiene precedentes. Hasta ahora, los ex presos habían permanecido en un segundo plano, alejados del foco. Apenas con contadas apariciones como colectivo para asegurar su apoyo al nuevo tiempo sin atentados y reiterar su compromiso de acogerse a la legalidad y a las vías políticas. Quienes ayer se manifestaron sumaban casi 20.000 años de prisión. Todos han cumplido las condenas que les fueron impuestas y están libres, pero se han propuesto dejarse ver para liberar a los etarras aún encarcelados.
Al final del recorrido, en la escalinata del Ayuntamiento, la carta de quien fuera uno de los dirigentes de ETA, Josetxo Arizcuren, Kantauri, fue la más aplaudida. Especialmente cuando recordó la disposición a respetar la legalidad «y sus caminos, que aún no hemos transitado», pero con «dos líneas rojas que no traspasaremos; el arrepentimiento y la delación». Aplausos. En su misiva, Kantauri–preso en Pontevedra– recordó que los presos siguen viviendo en el corazón del enemigo y saben «muy bien cuáles son sus constantes vitales». Apeló a la sociedad vasca a «recuperar esa intensidad que ha estado un poco apartada».
El antiguo dirigente de las gestoras proamnistía, Juan María Olano ejerció ayer de portavoz. Lo hizo para llamar a «revitalizar la acción por la amnistía» desde el ámbito social e institucional y saberla adaptar al nuevo tiempo. «En estos cinco años –los transcurridos desde el fin de las acciones armadas de ETA– muchas cosas han cambiado», dijo. Olano puntualizó que corresponde a los presos de ETA «y sólo a ellos» decidir qué pasos dar a partir de ahora y cuándo hacerlo, pero sin olvidar que «no pueden desactivar ellos solos» la «represión» que padecen.
La voz de los presos de ETA la representó Kubati. Antón López, uno de los miembros más sanguinarios de ETA, se ha convertido en el portavoz del colectivo. Subrayó que la nueva etapa pasa por ajustarse a la legalidad, incluso por «andar el camino de la reconciliación», pero sólo si se dan las condiciones que ellos creen imprescindibles: «Crear el marco adecuado, sacar a los presos y traer a los refugiados».
Fue la última petición de los cientos de ex miembros de ETA que salieron a la calle para dejarse ver y aplaudir, antes de levantar el puño al son del Eusko Gudariak y proclamar: «¡Gora Euskadi askatuta!».
EL MUNDO – 18/04/16