Aún se cuestiona que en el ‘caso De Juana’ «sería mejor que se quedase en Belfast y no provocara a sus víctimas en Euskadi». Pero de los errores cometidos en la última negociación Gobierno-ETA aprendimos que la Justicia no puede dejarse influir por la coyuntura política. Manejando la debilidad del Ejecutivo de esa época, De Juana logró un cambio de régimen carcelario con una huelga de hambre.
Ni la ilegalización de las formaciones que no se han despegado del terrorismo, ni el año que llevamos en Euskadi con el nuevo Gobierno vasco, que ha demostrado, con los hechos, que a ETA se la puede derrotar sin un precio político, han sido suficientes para disipar dudas acerca del destino de los portavoces más conocidos de la banda que aún tienen causas pendientes. Porque todavía hay quienes hacen la pregunta de rigor sobre la «oportunidad política» de algunas actuaciones judiciales con Otegi o De Juana.
Parecían superados los tiempos en los que la negociación entre el Gobierno y la banda servía de pretexto para que el fiscal general aludiera al «momento político». Los tiempos en los que el cuestionado Garzón consideraba si era oportuno actuar contra el entramado de ETA en función de lo que aconsejase ‘la jugada’. O cuando los políticos nacionalistas preguntaban si las detenciones de turno iban a favorecer o perjudicar el proceso de paz. Son tiempos pasados, pero no del todo superados, a juzgar por las reticencias de algunos sectores sobre los destinos de Otegi y De Juana.
Ahora ya no se dan traspiés en los despachos oficiales, pero todavía se cuestiona, por temor u oportunismo, que en el caso del ex etarra De Juana, acomodado ahora en Irlanda, «casi sería mejor que se quedase en Belfast y no provocara a sus víctimas en Euskadi». Pero tiene una causa pendiente, por enaltecimiento del terrorismo, por la que el juez de Belfast ha aprobado su extradición. Y en el caso de Otegi, condenado por la Audiencia Nacional a dos años más de prisión por enaltecimiento y que aún tiene tres causas pendientes, la pregunta es si no habría que «pasar por alto» la situación de un activista que está prácticamente amortizado en la izquierda abertzale. Son tentaciones en las que se suele caer en cuanto la tensión derivada de una actuación terrorista decae.
Pero si alguna enseñanza se extrajo de los errores de bulto cometidos en la última negociación entre ETA y el Gobierno fue que la Justicia no puede dejarse influir por la coyuntura política. Y que De Juana manejó a su antojo la debilidad del Ejecutivo de esa época hasta el punto de lograr un cambio de régimen carcelario gracias a una huelga de hambre radiada y fotografiada que paró mucho antes de que tuviera un desenlace fatal como el que sufrió el preso cubano Zapata. Nada que ver. Ni el perfil de los dos presos ni el alcance de la protesta.
Otegi, por su parte, tendrá que ir rindiendo cuentas a la Justicia por muy amortizado que esté en la izquierda abertzale, concentrada ahora en fabricar una nueva tarjeta de presentación. Vuelven a exponerse en el escaparate para que Eusko Alkartasuna, con escasa proyección electoral, estudie la posibilidad de unir fuerzas. Si repasan las imágenes de los dirigentes de la ex Batasuna les resultarán casi todos conocidos. Los de siempre. Que dicen que están dispuestos a reprobar la violencia de ETA. Pero saben que no es suficiente. Ni aunque la condenaran. Hay que dar más pasos.
En vez de pedir a Gerry Adams artículos de prensa con su apoyo , que le imiten. Que hagan como el dirigente irlandés, que ordenó al IRA parar. Que no emplacen al Estado democrático sino a ETA. Mientras no den ese paso, nadie les creerá. Ni siquiera Joseba Egibar.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 3/3/2010