Otra más, y van…

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Creo que usted y yo somos los dos únicos que no hemos rebajado las previsiones del crecimiento español. Ayer, el FMI, que ya lo había hecho el pasado mes de septiembre, lo volvió a hacer y, esta vez, de manera más cruenta. Pasó del 5,7% esperado entonces, al 4,6% de ahora. Y la cosa siguió con el próximo año, cuando creceremos tan solo un 5,8%. Bueno, siendo sinceros, tampoco ha revisado sus previsiones Nadia Calviño. No sé si por pereza, por orden superior (el organigrama situado por encima es bastante reducido) o por no estropearnos las navidades con más noticias negativas. Es de agradecer, qué duda cabe. Seguro es que no lo ha hecho por convencimiento. Sus previsiones, que son las utilizadas por el Gobierno para elaborar los Presupuestos, aprobados por más de la mitad de los diputados en el Congreso, son sencillamente inalcanzables e increíbles. Bueno, pero no pasa nada. Después de insistir en eso de que la luz mantiene los niveles de precios que tenía en 2018, cuando entre diciembre de 2020 y diciembre 2021 se han multiplicado por siete, esto de las previsiones de crecimiento es un juego de niños de lo más inofensivo.

El FMI no goza de muy buena fama entre los progresistas y ayer la empeoró con toda seguridad, pues hizo dos propuestas que no gustarán nada entre el numeroso y poderoso colectivo. Primero, para reducir la dualidad del mercado laboral y la temporalidad, propuso ‘reducir el coste generado por la incertidumbre relacionada con el despido’ Una elegante manera de decir que es necesario abaratarlo. En realidad solo puso de manifiesto una perogrullada, pues es evidente que todas las trabas al despido se convierten de inmediato en trabas a la contratación. Es evidente, pero no es aceptado. Como tampoco lo es su otra propuesta: ‘Preservar la sostenibilidad de las finanzas públicas requiere esfuerzos adicionales -Escrivá, escucha-, para contrarrestar las presiones del gasto en pensiones’.

Y ya, en el colmo del paroxismo, se atrevió a avisarnos del peligro que supone la actual relajación de los déficits y la consiguiente acumulación de deuda, a lo que añadió que sería necesario empezar a sopesar la necesidad de analizar las posibilidades y las exigencias de una consolidación fiscal que, una vez pasadas las urgencias de la pandemia, nos permita retornar a escenarios más estables y menos desbocados. Una advertencia necesaria que, vistas como están las urgencias políticas, caerá en saco roto por sus cuatro costados. Nadie lo considera urgente y nadie está dispuesto a soportar las presiones que caerán sobre quien se atreva a intentarlo. A pesar de ello, le prometo volver sobre el asunto.