Como es natural, la atención ciudadana se centra en la evolución de la pandemia, que no da respiro. Pero también preocupa, y mucho, la situación de la economía. El destrozo causado ha sido de tal envergadura que, detrás de la angustia por la enfermedad, se asoma el temor por el empleo. Normalmente, en el terreno económico, nos fijamos en dos variables: el PIB que mide la actividad y el paro, que es lo que de verdad preocupa a cada individuo. Sin embargo, hay más variables de interés. En medio de la vorágine de las fiestas y el deterioro de las cifras de contagios y muertes causados por el Covid-19 ha pasado inadvertido el dato sobre la inversión que ha sido, también, malísimo.
La inversión es importante porque es la salvaguarda del futuro y la garantía del empleo de mañana. Si miramos su evolución (todos los datos utilizados provienen de la última publicación de Funcas) veremos que, en los tres primeros trimestres, la Formación Bruta de Capital Fijo ha descendido un 13% al perder 25.000 millones frente al mismo periodo del año anterior. Falta el último trimestre, pero será igual de malo o peor aún por culpa de la segunda ola. Y si hacemos zoom, restamos la inversión en infraestructuras e inmuebles y nos vamos a la inversión productiva en maquinaria y bienes de equipo, el dato es peor, pues desciende hasta el 16%, un nivel que solo empeoran Estonia y Malta en toda la UE. Todo ello es muy preocupante porque dejar de invertir supone envejecer nuestro sistema empresarial, hacerlo menos eficiente y productivo y empeorar nuestra capacidad de competir en el mundo. Es decir, supone comprometer seriamente nuestro porvenir.
¿Causas? Hay muchas, pero entre ellas no se encuentra la falta de dinero. Los tipos de interés están por los suelos y se han habilitado líneas de financiación abundantes. Puede buscarlas en la caída de la actividad y en las incertidumbres generadas y no despejadas. Le doy otra que proporciona la publicación citada: De los 120.000 millones que ha perdido el PIB, el 27% lo soportan las rentas salariales y un 53% los beneficios del capital. Una evolución socialmente tranquilizadora en el corto plazo, pero que puede causar estragos en el futuro.
Ahora, para terminar, recordemos la propuesta del Gobierno en este entorno de falta de perspectivas y de certidumbre que son básicas a la hora de comprometer inversiones. ¿No se acuerda? Pues ya sabe, subir impuestos a las sociedades y a sus accionistas. Es decir, detraer más dinero del sistema privado. ¿Es razonable? Yo diría que muy poco…