Editorial-El Correo

  • El delirante anuncio para convertir Gaza en una «nueva Riviera» amenaza la distensión pactada en Oriente Medio y vulnera el Derecho Internacional

La intención manifestada por Donald Trump para que Estados Unidos asuma el control de Gaza, «en posición de propiedad a largo plazo» con el fin de expulsar a sus dos millones de habitantes y convertir la Franja en una «nueva Riviera», es un despropósito tal que cabe esperar que alguien de su propia Administración o cargos federales que no teman verse cesados se muestren capaces de disuadirle de dar un paso adelante más en semejante delirio. Resulta paradójico que el presidente que ha prometido a los estadounidenses que sacaría a su país de los «embrollos» regionales promueva algo tan descabellado en medio de su carrusel diario de intimidaciones.

Contradictorio es que se empeñara en hacer suya la tregua entre Israel y Hamás para, en presencia de Benjamín Netanyahu, dar rienda suelta a una obsesión que puede dejar en nada la distensión del momento en Oriente Medio. La pretensión de «limpiar» Gaza de palestinos para conducirlos a Egipto y a Jordania y convertirla en un solar a orillas del Mediterráneo susceptible de ser explotado como destino turístico no solo choca con sus habitantes y se enfrenta a los sectores más extremistas, con las posibilidades además que ello daría a la extensión de facto de los dominios israelíes, tanto en la Franja como en Cisjordania. Si El Cairo y Ammán se niegan a aceptar tal movimiento no obedece en lo fundamental a la retórica propalestina que se emplea en los países árabes. Es que ni el régimen del general Abdelfatah Al Sisi ni el de Abdalá II están dispuestos a acoger a un millón de palestinos cada uno en su respectivos territorio. Sencillamente, porque sería un factor añadido de inestabilidad para Egipto y Jordania, especialmente para sus sociedades.

La sola perspectiva de que el ejército estadounidense ocupe Gaza para vaciarla de población y reconstruirla con el objetivo de ofrecer el terreno a eventuales promotores inmobiliarios es un dislate que exige el rechazo de la comunidad internacional y no solo del mundo árabe. Las instituciones de la Unión Europea evitaron ayer pronunciarse con contundencia, como sí hicieron España, Francia, Alemania o el Reino Unido, y se remitieron a su solución de los ‘dos Estados’, el israelí y el palestino. La ONU reprendió a Trump al recordar que «la deportación forzosa de personas desde un territorio ocupado está estrictamente prohibida» y vulnera el Derecho Internacional.