- Seguro que la ausencia en Notre Dame nada tiene que ver con que fuera la inauguración de un templo religioso. Católico, para más inri
Notre Dame vuelve a dar luz a París cinco años después de aquel incendio que hizo que todos temiéramos lo peor. Nada más acabar con las llamas, Macron tomó la mejor decisión de su mandato, que no fue otra que la de ordenar la reconstrucción de un templo icónico no solo para Francia, sino para toda Europa. Y le puso plazo, en cinco años, no fuera a ser que el presidente galo, con su afán protagonista, se perdiera la inauguración.
Ayer llegó el día. Notre Dame abrió sus puertas en una ceremonia preciosa a la que no quisieron faltar los aliados de Francia. Reino Unido, Bélgica, Italia, Marruecos… incluso Estados Unidos acudió por partida doble, con el presidente electo y la primera dama —que allí sí tiene estatus y no en Moncloa—. Todos menos el Gobierno español, que estaba demasiado ocupado y no podía hacer hueco en su agenda para asistir a un evento histórico para Europa. Será que es más importante para el ministro de Cultura presenciar la función del Circo Mundial en Madrid o para el ministro de Exteriores marcharse de puente, porque no tenía ni actos programados. Ya no hablemos del presidente del Gobierno, que prefería pasar el fin de semana en familia en lugar de viajar a París. Con lo que le gusta el Falcon a este hombre.
No quiero pensar mal —piensa mal y acertarás, que dice el refranero español— y seguro que nada tiene que ver en la decisión del Gobierno el hecho de que fuera la inauguración de un templo religioso. Católico, para más inri. No será porque a los miembros del Ejecutivo les dé alergia el catolicismo y que por eso hayan rechazado también cualquier acto religioso para homenajear a las víctimas de la DANA. Seguro que la ausencia en Notre Dame se debe a una estrategia pensada de política internacional y que Sánchez, después de tanto viaje, va a prestar más atención a lo que ocurre dentro de España. Ni mucho menos será que le preocupe al presidente del Gobierno que le fotografíen junto a Donald Trump. Creo que captan la ironía.
El caso es que por el afán sectario de este Gobierno, España ha hecho un nuevo ridículo internacional, porque, si nadie del Ejecutivo quería asistir, podían haber delegado la representación en la Casa Real, que además lo habría hecho mejor. Si Zarzuela no da explicaciones de su ausencia, a buen seguro será por no dejar en mal lugar a Moncloa, donde vive el único culpable de este estropicio. Luego irá a pedirle favores a Macron y este le recordará lo que pasó en Notre Dame. Y todo por no pisar una iglesia.