Caben todas las críticas contra la iniciativa de los socialistas de reunirse en su día con dirigentes batasunos. Fue un intento de legitimar a unos interlocutores que en aquel momento estaban ilegalizados como partido. Pero de ahí a llevar a los tribunales a los socialistas, hay un largo trecho que sólo el cerrilismo de la derecha nacionalista española más conservadora ha cubierto.
La brillante idea de llevar a los tribunales las reuniones mantenidas entre socialistas y batasunos, y entre el lehendakari y éstos, durante la última tregua, ha parido un ratón. Después de dos años de instrucción, de papeles y papeles, judiciales y de prensa, de ruido mediático y político y de las ya habituales alusiones apocalípticas por parte de alguno de los promotores de la denuncia, los jueces han decidido que el partido debía terminar antes casi de empezar a jugarse.
La suspensión del juicio es una buena noticia. Demuestra que la vía de judicializar la política tiene, en ocasiones, escaso recorrido, aunque acarree casi siempre mucho ruido. Es una buena noticia también porque deja a Ibarretxe agarrado a la brocha; él, que se las prometía tan felices: sin mayor esfuerzo, un mes como mínimo de salida garantizada en los medios de comunicación, con esa cara de víctima que de tanto que le gusta ensayarla ya le sale bordada. Tampoco los batasunos podrán salir a rueda de prensa diaria mientras se celebrase el juicio. De manera que la fiesta ha terminado y ahora cada uno deberá ganarse el apoyo de sus electores en función de sus propuestas concretas para los problemas concretos de los vascos y no a golpe de demagogia victimista.
El sobreseimiento del caso supone también un sonoro sartenazo para lo que queda del Foro Ermua. Este colectivo, que hace años perdió su sentido y sus objetivos fundacionales, se ha convertido en el último refugio del nacionalismo español más carca. Deberían cambiar de nombre y pasar a buscar otra denominación más acorde con su actual fin: servir de plataforma al servicio de intereses puramente particulares de sujetos en su mayoría antietarras de discoteca. El Foro es hoy un canal por el que el sector más radical de la derecha nacionalista española vehicula sus odios y despliega sus estrategias de crispación que tan buenos resultados personales dan a quienes las instrumentan y que tan nefastas resultan en la lucha contra el terrorismo.Viendo a alguno de los integrantes del ex Foro en los días del juicio en Bilbao se diría que estaban en su salsa, disfrutando del minuto de gloria que hasta los más mediocres tienen reservado. Si por ellos fuera, habrían llevado a Ibarretxe en volandas hasta la misma jornada de reflexión, le habrían coronado como mártir, víctima de todas las incomprensiones, y habrían hecho a su favor una campaña que ni sus propios compañeros de partido habrían sido capaces de diseñar. Pero la Justicia ha parado esta maniobra burda desde el principio.
Caben todas las críticas contra la iniciativa de los socialistas de reunirse en su día con dirigentes batasunos. Se les puede echar en cara que fue un intento de legitimar en pie de igualdad a unos interlocutores que en aquel momento estaban ilegalizados como partido, aunque hay que recordar que la reunión se realizó en plena tregua, como un gesto para tratar de avanzar en un proceso de final del terrorismo en el que creyeron incluso algunos del mundo batasuno, y que ha dejado a los etarras más debilitados que cuando comenzó.
A mí aquella reunión no me gustó y la critiqué severamente en su día. Me pareció una forma de equiparar dos cosas que no pueden estar empatadas. Pero de ahí a llevar a los tribunales a los socialistas, hay un largo trecho que sólo el cerrilismo de la derecha nacionalista española más conservadora ha cubierto. En aquel momento la entonces máxima dirigente de los populares vascos dijo que la reunión entre Patxi López y Arnaldo Otegi era como el encuentro mantenido en Hendaya entre Franco y Hitler (el 23 de octubre de 1940). Mientras la entonces presidenta del PP vasco decía esas barbaridades, y otras semejantes, la derecha española se manifestaba en Madrid, poco menos que una vez al trimestre, en medio del tremolar de una nube de banderas españolas y con pancartas en las que se equiparaba a los socialistas con los asesinos, se utilizaba el lazo azul -símbolo de la lucha contra los secuestros de la banda terrorista- para arremeter contra el Gobierno socialista y se anunciaba, por este orden, la ruptura y el fin de España, la entrega de Navarra a los etarras, la derrota del Estado y el fin del mundo después de la publicidad.
De aquel Apocalipsis, convenientemente jaleado por los medios ultras y amarillos, ha quedado una clamorosa derrota electoral del PP y la escisión de este partido en Navarra. España no se ha roto y Navarra tampoco. El PP, sí; de momento, en Navarra. Una demoledora eficacia policial ha contribuido a dejar una banda más debilitada aún que al inicio del proceso.
Los mismos que urdieron esta irresponsable estrategia de la crispación son los que han llevado a los tribunales a Patxi López, Rodolfo Ares y Juan José Ibarretxe.
Queda por saber ahora quién pagará la ronda. La política es imposible que la pague el PP madrileño, que se ha hecho tan nacionalista que ya no tiene la culpa de nada. La económica, las de las costas judiciales, no sé si corresponde al ex Foro, que después de haberse gastado una pasta gasta en fastos de salón es probable que no tenga fondos.
José María Calleja, EL DIARIO VASCO, 20/1/2009