Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Tras haber logrado el hito geométrico de cuadrar un círculo con esto de la negociación multilateral de una financiación singular para Cataluña, que los independentistas exigen sea fruto de un acuerdo bilateral, el Gobierno acaba de superarse a sí mismo y ha conseguido fabricar restas que suman. Otro éxito. El Gobierno deja en ridículo al matemático más ilustre. Pitágoras enrojece en su tumba.
Se acordará que esta misma semana hemos conocido que la hucha de las pensiones ha crecido en mayo hasta los 7.022 millones, que es la cota más elevada desde 2018. Asegura que todo es consecuencia de su decisión de incrementar las aportaciones del mecanismo de Equidad Intergeneracional. Una opinión que parece un tanto exagerada. ¿Quiere esto decir que la Seguridad Social ha equilibrado sus cuentas y ha desaparecido el peligro de su falta de sostenibilidad? Lo siento, pero no. Ni mucho menos.
Esta misma semana, Fedea, que a este paso se asegura un puesto destacado en la larga lista de los propagadores de fango, nos informaba de que el gasto en pensiones ha crecido sin parar desde 2010 y supone ya el 3,1% del PIB, mientras que, como elemento de comparación, el gasto público total lo ha hecho al 0,4% en el mismo periodo. Las pensiones son responsables de 2,6 puntos y el régimen de clases pasivas del medio punto restantes. Los ingresos también han crecido, (hasta el 2,3% del PIB) pero lo han hecho como consecuencia del aumento de las transferencias del Estado. Es decir, las cotizaciones sociales han reducido su participación en el sostenimiento de los gastos totales del 92,3% al 69,8%. Como resultado de todas estas tediosas cifras, tenemos que el déficit total ha aumentado en 1,4 puntos de PIB. Pero, si hacemos el cálculo neto de las transferencias del Estado, el déficit se va hasta el 3,8%.
¿Cómo es posible entonces que un sistema con tan grandes y permanentes déficits consiga un superávit suficiente para llenar una hucha tan bien surtida? Pues porque todo consiste en cambiar de sitio un agujero enorme y calificar como si fuesen ingresos corrientes internos lo que son aportaciones externas permanentes de los presupuestos. Claro que, mientas el Estado no quiebre, tampoco quebrará el sistema de pensiones, pues siempre podrán decretarse nuevas transferencias. Pero de ahí a trasladar a la opinión pública la idea de que el sistema genera superávits suficientes para engrosar una hucha… hay un paso que solo los grandes matemáticos son capaces de dar.