- Las coincidencias entre PP y Vox son evidentes en lo esencial, por tanto, deben recuperar la cooperación interrumpida tras la ruptura de los gobiernos autonómicos y preparar el terreno para futuras alianzas
Con un Pedro Sánchez abrasado por sus innumerables trapacerías —al que se ha unido recientemente el fraude del líder de «Se acabó la fiesta»— parece vislumbrarse un cambio de Gobierno en las próximas elecciones generales. Un cambio que no debe ser un simple relevo, sino el despliegue de una alternativa, que es cosa bien diferente. El Partido Popular está llamado a encabezarla con la colaboración indispensable de Vox. Hoy quiero referirme al PP que necesitamos y que responde a un acrónimo distinto al habitual, es el PP de los Principios y los Pactos.
La mejor fórmula para que un partido tenga éxito en las urnas pasa por ser previsible y, por tanto, coherente con sus principios. Necesitamos certezas, saber qué van a hacer aquellos a quienes les entregamos el mayor caudal de confianza que en democracia es nuestro voto. Partidos y dirigentes de fiar. La innumerable lista de promesas incumplidas en los casi cincuenta últimos años por todos los partidos sin excepción (OTAN de entrada no, derogación de leyes educativas o de Memoria, reformas fiscales, defensa de la vida, etc.) nos obliga a ser en el futuro mucho más exigentes y selectivos.
La regeneración democrática que necesita España no pasa por el anuncio de Sánchez para frenar «la máquina del fango» que no es otra cosa que liquidar la libertad de expresión. La auténtica regeneración es bien sencilla, pasa por ser fiel a los principios que se defienden y pactar con aquellos que los compartan, en definitiva, desterrar el relativismo de la acción política. Veamos qué dicen los dos partidos llamados a gobernar con respecto al PP de los Principios y los Pactos. Ambas formaciones establecen en sus estatutos con meridiana claridad qué son y qué aspiran a representar.
El PP a lo largo de su extenso preámbulo y en su artículo dos se compromete a «defender la unidad de España» y también «el derecho a la vida». Dice estar «inspirado en los valores del humanismo cristiano de tradición occidental» y afirma que «promoverá un diálogo permanente que revalorice la tradición de los pactos y acuerdos de Estado siempre dentro del respeto a nuestro ordenamiento jurídico». Por su parte, Vox plantea principios similares en sus artículos dos y tres. En el segundo, más taxativo que el PP, «Vox no llegará a ningún tipo de acuerdo con partidos separatistas». En el tercero, referido a sus fines, apuesta por «La defensa de la indisoluble unidad de la nación española» también por «la propiedad privada y la libre economía de mercado» y un poco más adelante por «la defensa del derecho a la vida y la protección de la familia».
Sabemos que el papel lo aguanta todo y después, escudados en las dificultades de la acción de Gobierno, nos alcanza enseguida la decepción, cuando no directamente la traición. En el momento actual no podemos aceptar más engaños porque está en juego la supervivencia de España como nación. Las coincidencias entre PP y Vox son evidentes en lo esencial, por tanto, deben recuperar la cooperación interrumpida tras la ruptura de los gobiernos autonómicos y preparar el terreno para futuras alianzas. Sobran desprecios, descalificaciones y zancadillas, esos comportamientos deben quedar excluidos cuando se comparte lo fundamental, un mismo modelo de sociedad y un similar modelo de Estado. Y para finalizar un ruego, cuando gobiernen, que lo harán y ante un panorama plagado de obstáculos, cumplan con su parte del contrato social, con aquello a lo que se han comprometido por escrito, los ciudadanos ya lo hacemos al votarles. No parece mucho pedir para mantener la esperanza de un tiempo mejor.
- Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco