ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Sanchez no ha tenido reparos en pactar su Ley de Memoria con Otegui, maximo beneficiario de ese crimen abyecto

Mañana se cumplen veinticinco años del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Aunque los sucesivos gobiernos socialistas han puesto el mayor empeño en conseguir que la mitad de los jóvenes españoles ignore quién fue ese héroe, el martirio del concejal de Ermua marcó a varias generaciones. Los mayores de cuarenta años tenemos grabadas en la retina las imágenes de su padre recibiendo la terrible noticia y las de las manifestaciones a las que acudimos en masa para exigir a ETA su liberación, aun sabiendo que no servirían de nada. Éramos conscientes de que los terroristas cumplirían su amenaza, porque ningún gobernante digno habría cedido a su chantaje. Digo bien ‘digno’.

El actual presidente, Pedro Sánchez, no ha tenido reparo alguno en humillarse y humillarnos pactando con los máximos beneficiarios de ese crimen abyecto, no para salvar un vida, sino con el propósito de aferrarse a la poltrona. Ha convertido en socios preferentes a los portavoces de los pistoleros. A quienes no solo no han condenado jamás un atentado, sino que han obtenido rentabilidad política de todos y cada uno de ellos. A esos independentistas cuya ensoñación patriótica se levanta sobre una montaña de cadáveres ha entregado Sánchez la potestad de reescribir el relato de la Transición a su conveniencia, convirtiendo en ‘conflicto entre dos bandos’ lo que siempre fue un intento descarnado de doblegar la democracia a golpe de pistola y coche-bomba. ¿Cómo podría ser ‘democrática’ una memoria condicionada por una banda de asesinos?

Miguel Ángel fue una víctima más entre muchas, pero la vileza extrema demostrada por sus verdugos, o tal vez el hartazgo de una ciudadanía hastiada de sangre y coacción, obró el milagro de despertarnos. Fue un punto y aparte. Un estallido de rabia cuya onda expansiva se extendió por toda España y asustó incluso a los recogedores de nueces, obligados a fingir durante algún tiempo una indignación que estaban lejos de sentir. Hoy sabemos, gracias al compañero Fernando Lázaro, que en esos días la esposa de otro etarra señaló a Arnaldo Otegui como posible implicado en el secuestro, lo que llevó al juez García Castellón a autorizar la intervención de sus comunicaciones. No debía de andar muy desencaminada la señora. El líder de Bildu es un experto en ese delito, por el que fue condenado en 1989 e investigado en otras muchas ocasiones. Otegui nunca ha renegado de la despiadada muerte que su colega Txapote infligió al edil popular, lo que no ha impedido a Sánchez otorgarle carta blanca para dar la vuelta al guión de esa historia deformada, adaptándolo a la mentira elevada hoy a verdad oficial. Por eso el alcalde socialista de Ermua no deja hablar a Mari Mar en el homenaje institucional convocado en honor de su hermano. PSOE y Bildu van de la mano. Otro tiro a bocajarro en la nuca del concejal.