Editorial-El Debate
- El supuesto plan de inversión en Defensa es otra pantomima de un dirigente sin presupuestos ni apoyos parlamentarios
Con el poco tacto que le caracteriza, Pedro Sánchez aprovechó la despedida al Papa Francisco para presentar algo parecido a su plan de inversión en Defensa que, de cumplir de verdad con las exigencias de Europa, le debe llevar a dedicar el 2 por ciento del PIB anual a esa materia.
La falta de sensibilidad se completó así con un descarado ejercicio de burda propaganda que no esconde, ni de lejos, la naturaleza de su Presidencia: la de un derrotado en las urnas que logró lo que le habían negado los electores gracias a una serie de pactos imprudentes, ofensivos, ilegales o todo ello a la vez, incompatibles con la acción de gobierno.
Por eso no puede aprobar Presupuestos Generales y gobierna con los de la anterior legislatura, en un fraude de ley inaceptable que se completa con un desprecio intolerable a la Constitución, muy clara a la hora de definir cuándo han de presentarse las cuentas en el Parlamento: saltarse esa obligación deteriora la democracia, avala la ley de la selva, coloca a Sánchez al margen de la legislación y además paraliza al país, por muchos adornos retóricos que quiera ponerle, todos ellos falaces.
Y es ahí donde hay que ubicar su incapacidad para cumplir con los compromisos de España en Europa, en un contexto nuevo decisivo, y también sus trucos infantiles para tratar de disimularlo, sin éxito alguno.
Decir ahora que se va a elevar el gasto militar sin subir impuestos, recortar gastos y engordar la deuda pública no solo es mentira: además es imposible, pues la ausencia de Presupuestos impide definir nuevas inversiones y, todo lo más, permite intercambiar partidas con dudosa pulcritud, pero no crear otras nuevas como sería necesario ahora.
Sin cuentas del Estado, sufren por definición las inversiones, sacrificadas en atención de los compromisos de gasto en materias tan sensibles como las pensiones o los salarios públicos. Y ningún Gobierno serio obviaría esta evidencia para evitarse el único desenlace presentable ante tanto despropósito: disolver las Cámaras y convocar Elecciones Generales.
Sánchez va intentar perpetrar un obsceno cambalache contable para que, gastos de todo tipo, computen como gasto militar, al objeto de persuadir a Bruselas que ha cumplido con la cuota española para reforzar la seguridad europea. No lo conseguirá, pues una cosa es el maquillaje doméstico y otra el rigor europeo para aceptarlo sin más.
Pero además lo hará desde la precariedad parlamentaria, la insurgencia institucional, la parálisis política y el engaño al ciudadano, todo ello destinado a tapar la certeza de que, si tuviera un ápice de dignidad, dimitiría hoy mismo para darle una esperanza de renovación sensata a un país sumergido en el populismo, la incompetencia y la mentira.