EL CORREO 02/02/14
ALBERTO AYALA
· Los distintos sectores de Álava y la mayoría de Gipuzkoa se inclinan por su elección como secretario general del PP vasco
El Partido Popular vasco celebrará dentro de cinco semanas el congreso que su presidenta, Arantza Quiroga, quería a toda costa para reforzar su liderazgo, actualizar la ‘hoja de ruta’ de la organización y ya se verá si retocar o algo más el equipo humano del que se rodeó cuando en mayo de 2013 cogió la makila de su predecesor y padrino político, Antonio Basagoiti.
Lo de que ‘quería a toda costa’ es literal. Ni Rajoy, ni Cospedal, ni muchos significados dirigentes vascos veían necesidad alguna de afrontar un cónclave deprisa y corriendo. Sobre todo con la que está cayendo en las últimas semanas sobre las espaldas populares con el aborto, con Vox, con Mayor Oreja y con un Aznar que dijo tomar nota cuando Génova le hizo el vacío en un acto público, y que ahora se ha tomado cumplida venganza con su espantá de la convención de este fin de semana. Enésimo choque de un ‘tour de force’ que arrancó en la antesala del cónclave de Valencia, el del fallido golpe de mano contra Rajoy, y que no presagia nada bueno para el primer partido español.
Los principios
Pero habrá congreso. Y Quiroga ha dejado perfectamente claras dos cosas esta semana. La primera y fundamental, hacia dónde quiere conducir al partido. Pero, además, algo igual de importante: que tiene el apoyo de Madrid para hacerlo.
En esa ‘hoja de ruta’ queda claro que de ninguna forma habrá marcha atrás hacia viejas esencias ‘sangilistas’. Al contrario. Se acabaron los complejos ante quienes –compañeros de partido, ‘ex’, víctimas u opinadores– pretenden ignorar que ETA ha dicho adiós a las armas. Que lo ha hecho derrotada, sin contrapartidas ni cesiones. Y que hacia donde quiere caminar Euskadi, y más que nadie los populares vascos después de décadas de persecución, es hacia la consolidación de la paz. Con memoria, pero hacia la paz, no de vuelta a la noche negra del terrorismo.
Y algo más. Nada de purezas aislacionistas. El PP gobierna España y el PNV Euskadi, así que hoy es con el partido de Ortuzar con quien toca ‘mancharse’ en busca de pactos, cuando proceda claro. Ello en modo alguno implica ni comprensión ni debilidad si en un futuro los jeltzales lanzan un desafío soberanista como el catalán.
El aparato popular vasco está persuadido de que el grueso de la militancia sintoniza con esta línea de actuación y que la avalará en cónclave, aunque las urnas les hayan castigado en vez de premiar en los últimos años. También, de que ni Jaime Mayor Oreja ni María San Gil se inscribirán como compromisarios, único requisito que se exigirá a los afiliados para estar en el congreso, por primera vez abierto. Igualmente dan por hecho que si otros críticos como el expresidente Carlos Iturgaiz se deciden esta vez a acudir, sus postulados encontrarán un mínimo eco.
Pero aun así hay preocupación entre los cuadros por el desenlace del cónclave. De una parte existe el temor a que el enfrentamiento Rajoy-Aznar, escisiones como la de Vox, el desgaste de la corrupción y la crisis, y tormentas como la del aborto retraigan a no pocos militantes de acudir a San Sebastián el segundo fin de semana de marzo. Y esta vez, con un congreso abierto, ese eventual desánimo se podrá cuantificar.
Pero la mayor inquietud es de otro tipo. No pocos dirigentes y cuadros expresan su confianza en que la batalla por el poder tan características en los congresos de cualquier partido, la habitual pugna por los cargos no termine por enturbiar el balance de la cumbre. «Madrid no nos lo perdonaría», sostienen algunos de ellos.
Un dato al respecto. El récord en negativo lo tiene Jaime Mayor Oreja, que fue elegido en 1991 para refundar el partido en el País Vasco con el apoyo de apenas un 56% de los militantes, pese al apoyo personal de José María Aznar. El entonces carismático líder de los conservadores guipuzcoanos, Gregorio Ordóñez, que luego sería asesinado poro ETA, fue quien le salvó los muebles.
Los escollos
Y en este capítulo las cosas no están precisamente claras. Arantza Quiroga todavía no ha resuelto una incógnita importante, o al menos no ha trascendido que así sea: su equipo humano. Por el contrario, se sabe que duda de la conveniencia de que Iñaki Oyarzábal continúe como secretario general. Y ésa es una ficha clave para componer el puzzle final.
El político alavés quiere seguir en el cargo que estrenó con Basagoiti. No solo. Los distintos sectores del partido en Álava le han hecho llegar estos días su apoyo. También contaría con el aval del grupo mayoritario de Gipuzkoa, el afín al portavoz Borja Sémper y con el de algunos cuadros de Bizkaia. Además, Oyarzábal no parece muy dispuesto a hacerse a un lado, ni aunque sea para dejar paso a otro compañero del mismo territorio. Al menos en este momento. Segundo problema: Bizkaia. Ni la presidenta (guipuzcoana), ni el ‘número dos’ (alavés), ni el portavoz (también guipuzcoano) pertenecen al territorio que más militantes aporta al PP vasco. Su aspiración lógica, mejorar posiciones en el cónclave.
Arantza Quiroga deberá empezar a mover ficha y pronto porque tiene que acudir al congreso con una propuesta de comisión ejecutiva. Nadie cuestiona el derecho que le asiste como quinta líder del PP vasco a conformar su propio equipo, ni que Oyarzábal tenga cabida en él como ‘número dos’. Pero deberá lograr algo bastante parecido a la cuadratura del círculo si no quiere que el cónclave por el que tanto ha porfiado se le vaya de las manos y termine como nadie quiere: con dos candidaturas en pugna por el poder –algo que nunca ha ocurrido y que nadie contempla– o con una fuerte contestación interna.
Con certeza ni Rajoy ni Génova premiarían a los responsables de un desaguisado similar. Por democrático que fuera.