ARCADI ESPADA-EL MUNDO

UNA BROMA recurrente entre Félix Ovejero y yo consiste en imaginar lo que habríamos sido de no haber tenido que dedicar tantas de nuestras proezas intelectuales al desmontaje de la ficción nacionalista. No por letal el artefacto del nacionalismo deja de ser rudimentario –comparte esas dos características y alguna más con una buena pedrada en la cabeza– y nuestra reivindicación manifiesta habría sido tener un adversario a la altura. Nuestra reivindicación y la del propio debate intelectual y político español, esterilizado por el nacionalismo desde hace décadas. Pero, como dice la prensa deportiva, no pudo ser. No pudo ser, y como dice la prensa necrológica, ya no podrá ser. Hasta hace poco yo aún concebía esperanzas. Qué duda cabe de que el Proceso ha sido desagradable y que ha costado un ojo de la cara y un huevo. Pero la suprema degeneración que ha provocado en el catalanismo, empapado de miseria y de ridículo para tres siglos más, pudo suponer un final. Los nacionalistas catalanes seguirán erosionando la democracia española –ahora mismo están decidiendo qué es lo dañino, si aprobar o no los Presupuestos–, pero el recorrido de sus mentiras es bien visible. El catalanismo ha perdido cualquier otra autoridad que no provenga de la hipnosis y de la inercia capellanesca de la letanía.

Así estaba reordenándome, sináptico, cuando llegó Vox. Y, lo peor, en avasalladora compañía. Una legión de varones que ya había perdido cualquier esperanza de erección celebra cada línea, cada día, de la cochambre intelectual, política y moral de Vox. Su anciana pasión me recuerda –aparte de la sexualmente específica del Goethe moribundo– la de los comunistas catalanes que se hicieron formal y laboralmente nacionalistas: también ellos creían que no eran nacionalistas y también ellos quisieron al final disfrutar. Es humano. Más me preocupa que algún rudo columnista –se hace el rudo, pero en el fondo es fino y delicado como un haiku– empiece a oír voces. ¡Aunque no dejaría de ser lógico!

Por lo tanto, ahí me veo de nuevo. Sacando virutas al viejo lápiz wikiquote: «El nacionalismo está basado en una idea simple: yo llegué antes que tú y tengo, por tanto, más derechos que tú»; desafiando a que los ontológicos analógicos me prueben que el ser de España es algo más que un link y consolándome en mi idiosincrasia: si ellos viven del nacionalismo yo vivo del antinacionalismo, pas mal. Lo único que espero es que Ovejero no me deje en la intemperie argumentando que él solo se ocupa de las bajezas de la izquierda.