Javier Caraballo-El Confidencial
Si el Partido Popular decide votar en contra de una nueva prórroga del estado de alarma en España, será el responsable de cuanto ocurra
Dijo que no había plan B, como si no hubiera previsto nada más, pero aquello era solo un ejercicio de simulación. No, no eran dudas, era determinación. El tono que exhibió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su última comparecencia contenía el núcleo de una estrategia política que ahora se consuma: acorralar al Partido Popular y colocarlo ante un dilema perverso, elegir entre el mal menor de seguir apoyando al Gobierno, sin contraprestación alguna, o el mal mayor de asumir toda la responsabilidad de lo que suceda a partir de ahora, el caos posible de un final sin reglas tras ocho semanas de confinamiento. Si el Partido Popular decide votar en contra de una nueva prórroga del estado de alarma en España, será el responsable de cuanto ocurra. Por eso, Pablo Casado juega con fuego.
Porque puede reunir razones suficientes para votar en contra de una nueva prórroga del estado de alarma, pero al momento encontrará otros muchos motivos que se lo van a desaconsejar. El más leve rebrote de la pandemia en las próximas semanas, que probablemente pueda producirse a consecuencia de la apertura de estas primeras fases de la llamada ‘desescalada’, ya será responsabilidad directa de quien no ha facilitado con sus votos en el Congreso el mantenimiento del estado de alarma. Por eso no hay un plan B, porque Pedro Sánchez no lo necesita, porque la estrategia del Gobierno incluye todos los frentes posibles, el sanitario, para luchar contra la pandemia con el único método que se ha mostrado eficaz, y el político, para descargar en el Partido Popular la responsabilidad exclusiva de toda desgracia nueva. No, no eran dudas.
El desarrollo de esa estrategia política que ha ido tejiendo el Gobierno puede explicarnos ahora el talante distante, que a veces parecía incomprensible, del presidente del Gobierno, o la agresividad de la portavoz socialista, Adriana Lastra, cuando cargaba con dureza contra el portavoz del Partido Popular y los llamaba “desleales”, “traidores” y “propagadores de bulos, mentiras y odio”. Lo decía incluso después de que Pedro Sánchez anunciara la convocatoria de unos nuevos Pactos de la Moncloa; incluso después de reclamar su voto para mantener el confinamiento, en las semanas más críticas de la expansión de la pandemia. “Todos los españoles recordarán que mientras la sociedad venció al virus, usted solo pensaba en vencer al Gobierno”, dijo la portavoz socialista hace ahora un mes, en el debate parlamentario de principios de abril, y esa frase resume la estrategia que ahora se pretende consumar. Ya se lo dijo ayer el ministro Ábalos, más claro todavía: “Desentenderse del decreto de alarma es tanto como condenarnos al caos”.
El dilema perverso en que el presidente del Gobierno ha colocado a Pablo Casado cuenta, además, con la imposibilidad del Partido Popular de justificar políticamente un cambio de estrategia ahora, después de haber transigido durante las últimas ocho semanas con este plan del Gobierno, de competencias absolutas y nula negociación con el resto, ni con los líderes de la oposición ni con los presidentes de las comunidades autónomas. Todo lo que el PP pueda decir ahora ya lo han dicho antes Vox, Esquerra Republicana, el Partido Nacionalista Vasco o sus propios presidentes autonómicos.
¿Que “el proceso de desescalada debe de quedar en manos de las instituciones más cercanas, porque es lo más lógico y eficaz en estos momentos”?, eso mismo, así, literal, ya lo dijeron ayer todos los independentistas, los vascos y los catalanes. La dimisión en bloque ya la lleva pidiendo Santiago Abascal desde el principio y las dudas legales sobre los excesos del estado de alarma ya se cuentan por decenas, por decenas de grandes juristas y catedráticos de Derecho Constitucional, pero todas ellas se han soslayado por la emergencia mayor de hacer frente a la mortífera capacidad de contagio de este covid-19. Si nada ha cambiado, si todo está dicho, la dificultad para justificar ahora una negativa al estado de alarma, con el Partido Popular votando al lado de Esquerra, de Bildu y de Vox, lo coloca en el lugar exacto en el que lo ha conducido la estrategia de Pedro Sánchez.
Podríamos preguntarnos ahora por qué, si el Gobierno de coalición ha tenido tan clara esta estrategia, no ha sido hasta ahora, ya al final, cuando se ha decidido a romper la baraja de esa forma tan abrupta, con este desahogo de que solo hay un plan y un ofrecimiento, el apoyo incondicional. Antes, un breve inciso: es verdad que la vida política española está encanallada, viciada de origen, y que la oposición conservadora ha utilizado la pandemia para agitar el ambiente contra el Gobierno. Ha sido así. Pero la responsabilidad mayor de un acuerdo de Estado siempre recae sobre quien tiene el poder.
En Portugal, con un presidente socialista, António Costa, los acuerdos del Gobierno siempre han tenido a su lado a la oposición de derechas, compartiendo medidas; en Alemania, con una presidenta conservadora, Angela Merkel, las decisiones del Gobierno se han consensuado siempre con el partido de la oposición, los socialdemócratas del SPD, y con los presidentes de las regiones, los ‘länder’. La estrategia de Pedro Sánchez, por tanto, es la que marca la diferencia.
En adelante, la prioridad del Gobierno de coalición es retomar la legislatura en el punto exacto de confrontación en que la dejó
Pero, a lo que íbamos: ¿por qué se decide ahora el Gobierno a romper la baraja? Pues, precisamente, porque estamos ya al final de la oleada de la pandemia, porque se ha contenido ya el peligro mayor que existía, que era el colapso sanitario en España, y en adelante la prioridad del Gobierno de coalición es retomar la legislatura en el punto exacto de confrontación en que la dejó. Los posibles rebrotes de la pandemia que se producirán, tanto ahora como en otoño, ya cogerán a España con los medios sanitarios de los que carecía al principio de esta enfermedad mundial y, en tal caso, a Pedro Sánchez solo le quedará unir los cabos que ha ido soltando y señalar al Partido Popular como responsable de que se trunque la recuperación del país, sanitaria, económica y social.