Del blog de Santiago González
En política exterior, como en casi todo, tenemos dos noticias; la primera es mala y la segunda, peor. La primera es que nuestra ministra de Asuntos Exteriores es un factor que podría explicar por sí solo la pérdida de peso internacional de España, aunque hay otros. El socio del doctor Sánchez en la coalición de Gobierno, Pablo Manuel Iglesias, tiene su agenda escasamente oculta en política exterior y extemporánea.
Aprovechó el viaje a Bolivia para la toma de posesión de Luis Arce como presidente a comienzos de noviembre para ningunear al Rey y a la ministra González Laya y firmar un manifiesto contra el golpismo de la ultraderecha junto con el boliviano Arce, el presidente argentino, Alberto Fernández y los ex Zapatero, Txipras y Correa. Quizá por eso, canciller aprovechó la pregunta de una diputada de Vox para enfatizar que “la política del Gobierno de España sobre Venezuela la fija el Gobierno de España, es decir, el presidente del Gobierno y la ministra de Asuntos Exteriores” y quizá por la misma razón, Pablo Iglesias aprovechó el momento para plantar a la ministra y tomar el olivo.
A finales de noviembre, Iglesias expresó en un tuit su exigencia de un referéndum para la autodeterminación del Sáhara, lo que no fue tomado en serio por los saharauis, pero sí lo fue por Marruecos, que ha respondido con tres gestos: Mohamed VI decidió no recibir a Pedro Sánchez en la visita que este tenía pensada para el pasado día 17, por más que hubiera desconvidado a su vicepresidente segundo para el viaje. Como suele en estos casos, el Gobierno sanchista dio dos explicaciones alternativas por boca de la doctora de Cabra: que era por el Covid19 y que era debido a problemas de agenda. El segundo fue el espaldarazo de Trump a la monarquía alauita respecto a su soberanía sobre el Sahara occidental. El tercero fue la afirmación del primer ministro marroquí, en una entrevista de una cadena televisiva egipcia que “Ceuta y Melilla son marroquíes, como Sáhara”. La secretaria de Estado de AAEE ha llamado a la embajadora de Marruecos en Madrid, pero no se sabe bien el contenido de la protesta. Carmen Calvo se limitó a responder a una periodista en la rueda de prensa de ayer que “no hay tema. Ceuta y Melilla son españolas”.
Tal vez convenga recordar aquí que incluso Sánchez tuvo un ministro en el cargo de González Laya como José Borrell, una eminencia en términos comparativos, pero al que el doctor Plagio dio la patada hacia arriba para colocarlo como Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Esto fue en 1919, una época anterior al múltiple fracaso del Gobierno español para colocar a los propios en Europa: Nadia Calviño fracasó para presidir el Eurogrupo, González Laya no llegó a la OMC, Pedro Duque no presidirá la Agencia Espacial Europea y el Centro Europeo de Ciberseguridad estará en Bucarest, no en León. “Coloqué a Borrell”, podrá ufanarse Sánchez, pero incluso eso fue para satisfacer la exigencia de ERC para que lo destituyera como ministro de Exteriores.
Algo va a tener que hacer con esa mantis religiosa que se ha echado de socio. No es que no le deje dormir; es que lo está devorando durante la cópula nupcial.