Jorge Vilches-Vozpópuli
- El líder comunista quiere ganar foco enfrentándose a Ayuso, el alma de la recuperación del PP. Piensa usar Madrid para resucitar Podemos
Para algunos será una sorpresa que los mismos que no querían que los madrileños votaran sean quienes se arrogan en exclusividad la democracia, la libertad y el progreso. Sí; esos que gritaban “democracia real, ya”. Los que coreaban “no nos representan”. Los que desfilaban con cartelitos que rezaban “lo llaman democracia y no lo es”. Esos que irán desde una mansión en la Sierra a dar mítines al Puente de Vallecas, Villaverde, Usera y San Blas, bajándose de un coche oficial, con chófer y guardaespaldas, a decir que los ricos les roban y que hay que repartir la riqueza.
El jefe de campaña de Iglesias lo va a tener difícil. El líder chavista no podrá visitar las residencias de ancianos de Madrid que abandonó, ni los hospitales que no se atrevió a pisar durante la pandemia. Ni podrá conversar con la gente que está en las colas del hambre o a las puertas de los colapsados SEPE esperando la prestación prometida. Tampoco es posible que pase por los comercios madrileños que él quiso que no abrieran. ¿Se atreverá a estirar las piernas, digamos, por el Paseo de Recoletos y escuchar a la gente? Porque Podemos era “el partido de la gente”. Es más; ningún “vulnerable” notará que Pablo Iglesias ha dejado la vicepresidencia de Derechos Sociales porque el podemita no hizo nada.
El desembarco de Pablo Iglesias en la política madrileña no es por el bien de Madrid, sino por el suyo propio. El líder comunista quiere ganar foco enfrentándose a Ayuso, el alma de la recuperación del PP. Piensa usar Madrid para resucitar Podemos. El objetivo es mostrarse como el paladín de la izquierda frente a la derecha, y sustituir el “antisanchismo” por el “antipablismo”. De hecho ya lo ha conseguido. Ayuso ha cambiado el “socialismo o Libertad” por el “comunismo o Libertad”. Esto convertirá al PSOE del blando Gabilondo en mero comparsa de estas elecciones.
Ni siquiera necesita moderar la campaña para rascar lo poco que queda de Ciudadanos, sino seguir como hasta ahora. La continuidad será un acierto: libertad y política práctica
La polarización será la clave. No solo beneficiará a Pablo Iglesias, sino también a Ayuso. Si el primero piensa convertirse en quien quitó el gobierno de Madrid a la “ultraderecha”, la segunda concentrará el voto de todo aquel que no quiera un socialcomunista en la Puerta del Sol. Al PP de Madrid le viene de cine la candidatura de Iglesias porque no tiene más que continuar el discurso, el tono y la política que lleva haciendo desde marzo de 2020. Ni siquiera necesita moderar la campaña para rascar lo poco que queda de Ciudadanos, sino seguir como hasta ahora. La continuidad será un acierto: libertad y política práctica, no ínsulas baratarias ni ingeniería social, o guiños al progresismo.
En el imaginario izquierdista no hay nada como un enemigo bien definido, y eso lo sabe el aparato de comunicación podemita. El lema será “alerta antifascista”, como dijo Pablo Iglesias al día siguiente de que PP, Cs y Vox ganaran en Andalucía. Alentará el miedo a que la “ultraderecha” gobierne en Madrid como principal recurso. Esto permitirá a Iglesias, o eso cree, presentarse como el dique de contención del “fascismo”. De ahí que haya empezado llamando a la sacralizada unión de la izquierda, imitando una especie de frentepopulismo para tontos.
El político más traidor
El llamamiento a que Más Madrid se una a Podemos frente al enemigo común es un dardo envenenado. Si los de Errejón aceptan estarán quitando importancia al motivo oficial de su nacimiento como partido: no ser esclavos morales de Iglesias y sus comunistas. Esto supondrá negociar con los podemitas puestos de salida en la lista, y que Iglesias, aunque vaya de número dos, oscurezca a la desconocida Mónica García. Si por el contrario Más Madrid se niega, Errejón confirmará la leyenda de que es el político más traidor de la historia de la izquierda, y será presentado como la “muleta de Ayuso”.
Quien gana en todo esto es Pedro Sánchez, que se quita a Iglesias del Consejo de Ministros, y le permite seguir trabajando en su orla de hombre de Estado ajeno a la mundanal política. Incluso facilita al presidente desmarcarse de la derrota de la izquierda en Madrid porque la noticia será el fracaso de Pablo Iglesias. Las excentricidades del líder comunista, su guerracivilismo y demagogia, el pánico que generarán en Madrid sus propuestas intervencionistas, harán que Sánchez parezca un moderado simpático. Esa será la única baza de Gabilondo.
La difícil unidad de la izquierda
Madrid va a ser un laboratorio para la izquierda, que saldará cuentas entre sus partidos, y también para la derecha porque puede marcar un camino frente al Gobierno de Sánchez. PP y Vox tienen más facilidad para converger manteniendo su autonomía que PSOE y Unidas Podemos, que han demostrado no aguantarse. Y si algo hemos aprendido de los gobiernos de coalición tras el fracaso de Ciudadanos en Madrid es que la unidad no se logra cuando uno de los dos solo piensa en sustituir al otro como sea. Es imposible que dure el matrimonio de conveniencia entre el sanchismo y el comunismo cuando se odian y se envidian, y menos si un calmado Gabilondo solo puede repartirse las peras con un exaltado “antifascista”.