EL MUNDO – 16/03/16
· Destituye a Sergio Pascual como secretario de Organización y toma el control del aparato en medio de la pugna entre facciones en Podemos.
· La grave crisis interna que está sacudiendo a Podemos se agudizó ayer de forma sorprendente al cobrarse su primera gran víctima en el aparato del partido.
Pablo Iglesias fulminó anoche al secretario de Organización, Sergio Pascual, hombre de la máxima confianza de Íñigo Errejón, en una decisión sin precedentes en la corta vida del partido que supuestamente pretende atajar la convulsión que vive la formación con la sucesión de crisis territoriales y en particular la de Madrid, que estalló la semana pasada y que ha evidenciado el pulso entre los partidarios de Iglesias y los de Errejón.
Tras negar repetidamente que existan graves problemas dentro de la organización y achacar las informaciones sobre las 10 dimisiones que se produjeron en la dirección de Madrid a la maquinaria del PSOE, Iglesias ha dado así un golpe extremo de autoridad destituyendo al máximo responsable del control de las estructuras internas y, a su vez, el enlace entre la ejecutiva estatal y los distintos territorios.
De esta forma, el líder de Podemos arrebata al sector errejonista el mando sobre el aparato del partido, en un momento muy delicado en el que han salido a la luz las luchas por las cuotas de poder entre las distintas familias de Podemos.
En el equilibrio de poderes interno, Iglesias se fortalece con esta decisión al hacerse personalmente con las riendas de una de las áreas más sensibles, que hasta ahora escapaba a su influencia total y que estaba bajo el prisma del errejonismo.
La fulminante destitución fue anunciada en un breve comunicado en el que Podemos informa de que a partir de ahora «las competencias serán asumidas a todos los efectos por la Secretaría General», es decir, por el propio Iglesias. Al menos hasta que éste nombre a una persona de su confianza para llevar el aparato.
El momento elegido es muy importante porque Podemos vive un efervescente debate interno sobre cómo quiere consolidarse como organización, una vez que muchos dirigentes y miembros de peso del partido han asumido que se debe transitar de ser una maquinaria de guerra electoral, como define habitualmente Errejón, a un partido como el que se pensó en los orígenes, con una influencia real de las bases y unas cuotas de participación más decisivas que las actuales. En definitiva, el papel de los círculos. Esa concepción es diferente en cada una de las grandes familias.
La destitución de Pascual, amigo de Errejón desde antes de la fundación de Podemos, se produce con duros términos al que hasta ahora era secretario de Organización. Iglesias le reprocha una «gestión deficiente» de las últimas crisis internas –en especial la madrileña– y le responsabiliza del alto precio que se está pagando, ya que se ha «dañado gravemente a Podemos en un momento tan delicado como es el proceso de negociaciones» para formar Gobierno.
El de ayer es el primer cese en la ejecutiva de Podemos. Hasta ahora, las dos únicas salidas habían sido las de Juan Carlos Monedero y Gemma Ubasart, que habían sido dimisiones por distintos motivos. El primero, tras la polémica por los pagos que recibió por trabajos en Sudamérica y que declaró a Hacienda de forma irregular. La segunda, tras el fracaso de Podemos en las elecciones autonómicas catalanas del pasado septiembre.
Horas antes de conocerse la destitución de Sergio Pascual, Iglesias ya había lanzado un aviso a navegantes en una carta a la militancia del partido en la que señalaba que las dimisiones provocadas por la fractura interna en Madrid se habían producido «en el peor momento posible» y que eso tendría consecuencias orgánicas. «No debemos cometer errores como éste y deberán asumirse responsabilidades», escribía el líder de Podemos, como poniendo a los militantes en situación ante la decisión que se iba a anunciar horas después. En la misiva, Iglesias instaba a no alimentar corrientes internas ni facciones que compitan por el poder, en referencia a los críticos que han surgido con su gestión.
EL MUNDO – 16/03/16