ABC 30/01/16
LUIS VENTOSO
· Si la cosa no va así, debe ser algo bastante parecido
EL final de la tarde discurre en un mar de nervios en el hogar burgués de los Sánchez. Pablo, ay, ni se pone al teléfono. Begoña y Pedro ya han acostado a las dos niñas. Ahora se han quedado solos en la sala, la misma estancia en cuyo sofá invitaron un día a dormir al jovial explorador Calleja y sus cámaras. Aquel estriptis de la intimidad –como las charlas con Jorge Javier, los Hormigueros, los Bertines…– ha resultado un esfuerzo baladí. Pedro, apolíneo al primer vistazo, con su percha y su sonrisa bien planchada, joven y moderno, que hasta chapurrea inglés, no ha aguantado la prueba del algodón. El público, que es cualquier cosa menos gili, ha ido percibiendo un fondo revirado. Algo turbio anida en el corazón del bonito envase. Lo han calado y le han dado un revolcón: el peor resultado de la historia del PSOE, todo un hito viniendo de las aguas abisales de Rubalcaba.
La tarde-noche avanza. Pablo no contesta. «Pedro, ojo, que esto no es lo que me dijiste. El tío ya ni se te pone, y me habías dicho que lo teníamos hecho». El enojo de Begoña es burbujeante, malamente contenido. Acto seguido, añade esa frase que en boca de una bilbaína resulta la más temible de las admoniciones: «Bueno, chico, tú verás…». Pedro, encorvado y alicaído, con un móvil en cada mano, mira las pequeñas pantallas esperando el milagro. Entra un guasap, aleluya. Pero es solo Luena con otro empalagoso mensaje de ánimo. Begoña da vueltas por la sala: «Pero haz algo hombre, haz algo. Yo que sé, ¡mándale un tuit!». Pedro eleva su voluminosa cabeza, ojerosa, con las marcas del acné más pronunciadas tras tantos días de incertidumbre y de pellizcos de monja de Felipe. «Pero Bego, que nos ha puteado a tope, que el tío quiere ser vicepresidente, y la cartera de Economía, e Interior, y una coña de un Ministerio de la Plurinación, o algo así. ¿Qué hago?». Begoña lo taladra con la mirada. «¿Y qué, Pedro? Eso qué importa. ¿Tú quieres ser presidente o no? El tema ahora es llegar. Luego ya veremos». Pedro recupera la presencia de ánimo: «Eso es cierto. O me entiendo con los ayatolas, o el mes que viene la andaluza me rebana el cuello. Y yo entre lo malo y lo peor, pues me quedo con lo malo, claro. Además, ya estamos gobernando con ellos en todas partes y tampoco ha pasado nada». Bego lo mira un tanto perpleja: «Hombre Pedro, con la coña de lo de Carmena hemos quedado de cuartos en Madrid, una toña del quince». Pedro adopta un tono doctoral: «Ahí mediaron otros factores y sinergias. Pero tienes razón, le voy a mandar un tuit. A ver qué te parece: “He intentado contactar con @Pablo_Iglesias_ pero no ha sido posible”».
Pablo sale del cine con Bescansa, su bebé y Errejón, donde han visto una de marcianos. Consulta su móvil, ve el tuit y telefonea. Un timbrazo irrumpe en el acongojado hogar de los Sánchez. «¡Es él!», exclama Pedro dando un respingo. «Dale lo que sea, Pedro, lo que sea». Pedro respira hondo antes de descolgar y asiente: «Sí, Bego, lo que sea. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga, tú no te preocupes». Bego le da un beso cómplice. Pedro descuelga con su mejor sonrisa: «¡Hombre! Don Pablo…».
(PD: Susana, o lo paras hoy o nunca).