Del Blog de Santiago González
Tenía razón Pedro Sánchez al decir muy satisfecho que su Gobierno está fuerte. Lo considera tanto más fuerte cuanto su socio está más débil y en los cálculos de Iván se prevé un trasvase de votos podemitas hacia el sanchismo. Así, a ojo, es evidente que es una alianza consistente. No a pesar de sus diferencias, sino precisamente por la homogeneidad entre los dos líderes firmantes. Ambos padecen la misma falta de empatía, la absoluta carencia de valores y comparten un idéntico desprecio a la verdad. Son las cabezas visibles de un Gobierno con 23 miembros. De todo el Consejo, solo una persona acudió al funeral de la Almudena el lunes por las víctimas de la pandemia: la vicepresidenta primera del Gobierno, nominalmente hablando. Como si se la hubiesen quedado mirando todos a una para decirle: “Carmen, tú la llevas”.
Ayer tocaba señalamiento de periodistas. Y volvió a sus bestias negras desde hace años, Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, que han contribuido a desmontar todas sus trapacerías, desde las regalías de Maduro en el paraíso fiscal de las Granadinas: 272.000 dólares. Iglesias llevó a Inda a juicio con un resultado como el que presumiblemente tendrá su señor padre contra Cayetana Álvarez de Toledo por acusarlo de lo que su hijo citaba como elogio. Pablo y su tocayo, esa tristísima criatura que le hace de portavoz en el Congreso, han arremetido en los últimos días contra Vicente Vallés, a quien el propio Iglesias se ha referido como ‘presunto periodista’.
Iglesias señaló desde el poder a los periodistas desafectos y defendió la legitimidad del señalamiento, como antaño defendía la del escrache, “jarabe democrático de los de abajo”. Él puso su barrera moral con una cláusula muy suya: “¿le gusta a él que se digan algunas cosas de Vallés en las redes o que le llamen ‘cloaquín’?” Le llamemos, debió decir. No, a don Cloacón no le gusta esto, como no le gustaba que las presentadoras de los informativos que le pagaba Irán salieran en imagen cubiertas con ‘hiyab’. Lo que sí parecía gustarle era el apaleamiento de un policía por los suyos: “Me ha emocionado”. Es de suponer cómo se va a poner de tierno el día que su chusma le patee la cabeza a un periodista.
El vicepresidente segundo del Gobierno es un macarra. ¿Lidera un partido feminista? Sí, si feminista puede considerarse el serrallo que gobierna. Es femenino, porque son todas mujeres, eso sí. El caso Dina ha venido a subrayar el dudoso feminismo del macho alfalfa. “Le voy a romper la boca. Vais a ver lo que es un macho alfa cuando acosan a alguien de su grupo”, dijo en defensa de Dina, antes de ‘protegerla’ quedándose su tarjeta simm.
Señalaba justamente el gran Vallés lo gastado de la estrategia podemita: ellos contra el poder. Y lo dice desde el Gobierno del que forma parte, desde el poder. Alteridad se llama esa figura. En el caso Dina, él y Sánchez han envilecido a la Fiscalía. Pedro nombrando fiscal general a una ministra de Justicia tres veces reprobada en el Congreso y Pablo con una abogada que mantenía una relación digamos que estrecha con un fiscal del caso. ¿Volverá a votarles el buen pueblo español? No digo que no, Woody Allen se cargaba de razón al final de sus magníficas memorias: “ser misántropo tiene su lado bueno: la gente nunca te desilusiona”.