Hay un cierto aire de meublé en el Congreso de los Diputados y el hecho de que Pedro carezca de escaño y de despacho ha llevado a Margarita a ejercer de doña consentidora y amparar el contacto de la pareja en su despacho. ¿Era realmente necesario? No parece. Uno de los dos, Pablo Iglesias, sí tiene escaño y despacho propio. «¿En tu despacho o en el mío?», era la pregunta para el encuentro en la cumbre –admitan la metáfora– entre Pablo y Pedro para diseñar la estrategia del desahucio a don Mariano.
Había precedentes. El 4 de marzo de 2016, Pablo habló desde la tribuna del Congreso para contar que había visto en La Sexta unas declaraciones de Andrea Levy, una Capucine en las alturas del PP, hablando del sex appeal de un diputado podemita, Miguel Vila, y que les ofrecía su despacho para que pudieran conocerse. Y aventuró ya entonces, hace 16 meses, lo que iba a pasar ayer en el despacho de Margarita: «Fluye el amor y la pasión en la política española. Pedro, sólo quedamos tú y yo». «Andrea», había prometido Pablo Iglesias en el programa del Wyoming, «yo hago de alcahueta en esta relación». Y cumplió al día siguiente desde la tribuna del Congreso.
Tiene que haber una cierta vocación en ello. Miguel Vila tenía su propio despacho en el Congreso, no le hacía falta el de su jefe. En todo caso, los miembros y las miembras de las dos parejas pueden permitirse una habitación de hotel.
Bueno, pues ya no. Margarita le ha tomado el testigo a Pablo en el arte de la alcahuetería y ayer ofició de anfitriona en su despacho del Congreso. Pablo le llevó a Pedro un ejemplar de The New Left Review (La revista de la nueva izquierda). Pedro no estuvo a la altura; podría haber correspondido con un año encuadernado de Monthly Review, la revista fundada in illo tempore por Paul y Paul (M. Sweezy y A. Baran). Dirán los más enterados de los lectores que la famosa publicación marxista norteamericana cascó en 1982. ¿No es una venturosa coincidencia simbólica?
Por lo demás, lo esperado. Pablo le puso tarea a Pedro. Ponderó que se atreva a decir «plurinacional», «el medio paso» dado con el CETA, «sabemos que ha sido un intenso debate». ¡Debate y además intenso! «Y nos parece estratégica la cuestión del techo de gasto». O sea, lo previsto. Y también dos huevos duros. Los dos están de acuerdo en echar a don Mariano y en ser califas en lugar del califa, «por su ineficacia en la gestión», dijo el asesor de Nicolás Maduro, hay que joderse.
También acordaron poner a sus respectivas a coordinar los equipos negociadores: Margarita e Irene. ¡Virgen santa! Mientras, Albert Rivera comía en La Moncloa, anunciando su predisposición a negociar el techo ya citado contra una bajada de impuestos. Menos mal que hay alguien en esa mancebía que sabe lo que es una negociación política.