ARCADI ESPADA-EL MUNDO
Cerca de las dos el abogado, Melero, interrumpió el devenir de las cosas y reprochó al fiscal, vía Marchena, que el fiscal estaba propasándose en su interrogatorio a Trapero. El fiscal Zaragoza le había preguntado por la reunión del 28 de septiembre donde los jefes de los Mossos advirtieron de los graves riesgos que tendría para el orden público la no desconvocatoria del referéndum. Marchena dudó, o quizá solo fuera su estómago ya hambriento; pero lo cierto es que con el pretexto de deliberar se fueron a comer.
El abogado había podido interrumpir gracias a otros despropósitos. El primero fue el despropósito ‘Esmit’, de la acusación popular, que interroga como un bebé, y solo se muestra como un adulto grave y engolado cuando habla en milicia, por ejemplo, de la Fuerzasssss de Ordennnnn Público. A Esmit no se le ocurrió preguntarle a Trapero por la reunión, y eso imposibilitó que el fiscal abundara en esa vía. El fiscal es el segundo despropósito: ¿cómo es posible que no incluyera a Trapero entre sus testigos? Es probable que la razón fuera la desconfianza en que Trapero declarara, al estar imputado por la Audiencia Nacional en otro procedimiento. Y por ahí se llega al último despropósito, el del juez Llarena, que no lo incluyó en su auto de procesamiento. Este juicio nunca podrá deshacerse de la seria evidencia de que los tres principales protagonistas de la historia que narra, Artur Mas, Josep Lluís Trapero y Carles Puigdemont, no se sientan en el banquillo de los encausados.
El policía estuvo duro con su supuesto jefe Forn, el consejero de Interior. Digo supuesto porque nunca dio la impresión de reconocerlo como tal. Lo llamó irresponsable por haber dicho que los Mossos asegurarían la celebración del referéndum. Y lo dijo más de una vez. El tipo de aseveraciones que llevan al consabido titular: «Trapero pone a Forn a los pies de los caballos». El policía hizo también otra cosa: defender que los Mossos no impidieran la realización del referéndum. Hay que pararse un momento aquí, porque se lee demasiado rápido. Digo que Trapero llamó irresponsable a Forn por decir que los Mossos asegurarían la celebración del referéndum y luego defendió que los Mossos no impidieran la realización del referéndum. Trapero es un quiasmo.
La clave de que no lo impidieran la relató a propósito de una tensa conversación con Pérez de los Cobos en las vísperas candentes. El coronel sostenía que tal vez habría que usar la fuerza para impedir el referéndum. Trapero no se negaba a utilizarla: pero solo si la Policía o una tercera persona eran atacadas. Es probable que fuera entonces cuando el coronel dedujo que los Mossos iban a facilitar el referéndum. En cualquier caso, Trapero exhibió un curioso material para justificar los binomios (así llama la corrección política a las parejas de polis) del tipo pasivo que envió el día 1 a los colegios electorales. Tiene su gracia. Como la juez Armas solo le entregó a los Mossos la parte dispositiva de su auto, donde no constan las menciones a la necesidad de mantener la convivencia ciudadana que sí constan en los fundamentos de Derecho, el policía Trapero relató una conmovedora escena final donde la juez, después de entregarle el papel en que se especificaba su obligación de impedir el referéndum, le dijo: Y hágalo todo, Mayor, con «paciencia, contención y paz social». Es sabido que los jueces solo hablan por sus autos; pero a esta Armas la trajo a declarar Trapero al juicio sin que Marchena pusiera objeción. Bien es sabido que, según la fascinante ciencia de la cronobiología, la Ley desfallece al atardecer.
Pero Marchena estuvo eficaz y brillante cuando, ya ultimados los interrogatorios al testigo, invocó la Ley para reclamar su facultad de hacerlo él también. «Vamos a depurar los hechos», dijo con su preciso manejo de los verbos, antes de animar al policía a que contara su reunión con los políticos. Trapero, que estaba deseándolo, relató con lujo cómo puso en su sitio a Forn, a Junqueras y hasta al propio Puigdemont, diciéndoles que los Mossos iban a cumplir con la Ley, que no se equivocasen con ellos y que no iban a acompañar el proceso independentista. Me vinieron a la cabeza aquellos versos de Arcadio Sabre: «O trapeiro é un fingidor/Finge tao completamente/Que chega a fingir que é dever/O dever que deveras sente». Al acabar contó Trapero que Puigdemont le dijo: «Hagan el trabajo que tengan que hacer».
Era una orden y la cumplieron.