Pactar

ABC 29/02/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Al final prevalecerá la lógica del poder y se pactarán los cargos. España no está preparada para otro tipo de pactos

EL diccionario de la RAE lo expresa con claridad meridiana. «Pactar: Acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia». Primero el «algo», después las «dos o más personas o entidades». Es decir; lo esencial en el hecho de pactar es la naturaleza de lo pactado y no la personalidad de quienes pactan. Algo que debería enseñarse en todas las escuelas, dada la escasa, por no decir nula, cultura de pacto existente. Si ni siquiera tenemos claro el concepto, ¿cómo vamos a asumir la implicación última de ese «obligarse mutuamente a observar lo acordado»? Aquí hace falta pedagogía en cantidades industriales. Es evidente que falta bagaje para aplicar correctamente la sentencia emitida el 20-D.

Esta España goyesca del duelo perenne a garrotazos entiende mucho mejor la pertenencia a una secta que la adhesión a unos principios. De ahí que tanta gente comprensiva con la traición a las ideas se muestre absolutamente implacable con quien abandona unas siglas. El referente general suele ser el continente, rara vez el contenido plasmado en un documento. A falta de exigencia suficiente para ejercitar cierto espíritu crítico, el grueso de los votantes tiende a identificarse con la figura del cabeza de partido en lugar de bucear en su programa, evaluar sus propuestas y contrastar sus dichos con sus hechos. Respalda a un candidato en concreto antes que a una ideología. Busca abrazarse a «los suyos» para hacer frente a «los otros». El paradigma de esta concepción patológica de la política son las fuerzas nacionalistas, aunque no son las únicas que actúan como «movimientos». La secta siempre es una tentación, un refugio acogedor que exime del deber de pensar, una tribu.

En este contexto ancestral, monocolor, mullido de certidumbres, las implicaciones del término «pacto» resultan inaceptables porque pactar equivale a ceder parte de tu razón en aras de aproximarte a la razón ajena. Asumir que tal vez tu visión de la realidad no sea el único retrato fidedigno de la misma. Dejar a un lado tus dogmas siempre que tu interlocutor esté dispuesto a hacer lo mismo. Sumar en lugar de restar. Unir. Consensuar. Una proeza gimnástica para la que nunca hemos entrenado. Y sin embargo…

El mandato de las urnas fue inequívoco: «Señores políticos, pacten». A partir de ahí, cada cual interpretó a su manera, veremos con qué resultados. Es sorprendente que el fin de semana haya pasado de largo sin que conozcamos nuevas encuestas, dado que los partidos, especialmente los grandes, no han dejado de tomar el pulso al electorado. Me consta. ¿Por qué no se ha filtrado ninguno de esos «trackings»? ¿A quién ha beneficiado y a quién ha perjudicado, en términos demoscópicos, el acuerdo alcanzado entre el PSOE y Ciudadanos? Se admiten apuestas. Los populares afirman que Rivera ha defraudado a sus votantes (los de C’s, no los del PP, aunque ellos también se consideran en cierta medida estafados). Exactamente lo mismo dice Pablo Iglesias de Pedro Sánchez, al que imputa haber escorado a su grupo muy a la derecha de donde se sitúan las bases socialistas. Estas se han expresado con discreto entusiasmo y una participación del 50 por ciento, aprobando el documento que su líder sometió a examen. En cuanto a los naranjitos, aseguran haberse equivocado al prometer que se abstendrían en la investidura que van a apoyar y se ofrecen a seguir hablando, aunque intuyen, creo yo, que es un hablar sin sentido. Los que podrían pactar con ellos no quieren y los que quieren no bastan. Al final prevalecerá la lógica del poder y se pactarán los cargos. España no está preparada para otro tipo de pactos.