Hay que entender a Sánchez. Cada vez que habla miente, eso está en su naturaleza, pero no se acaba ahí su desencuentro con la palabra hablada. Por una parte está lo que dice y por otra lo que quiere que se le entienda. Después de la inenarrable reunión que mantuvo en La Moncloa con el jefe de la oposición, enviaba el sábado un doble mensaje a Alberto Núñez Feijóo para que “no ceda al chantaje de Vox”, ni “vuelva a las andadas de la corrupción”. No ceder al chantaje de Vox quiere decir que renuncie a gobernar las instituciones para cuyo control solo está legitimada Su Sanchidad y los socios que él designe, sean estos terroristas, golpistas, separatistas vascos o catalanes o la chusma podemita. No volver a las andadas de la corrupción quiere decir que se va a tomar muy a mal que Feijóo se gaste en putas y en coca por Sevilla el dinero de los parados. Ni en saunas como la que tenía su difunto suegro en la calle San Bernardo de Madrid, donde Villarejo grababa las conversaciones de los usuarios.
Hay que reconocer al nuevo presidente del PP que ha bastado su llegada a la dirección para que el partido invierta la línea descendente de Casado en la intención de voto de las encuestas. De su primer encuentro con Sánchez el pasado jueves ya tiene elementos de juicio para saber que su adversario miente, que va a seguir haciéndolo y que nunca va a cumplir los acuerdos si es que llega a alguno. Ya habíamos comentado que no tuvo interés en oír las medidas económicas que le proponía Feijóo, a pesar de que la bajada de impuestos la había propuesto él mismo en La Palma y que su único interés estaba en acordar la renovación del CGPJ, tan largamente caducado en su composición actual.
Pedro Sánchez aspira a una renovación del CGPJ según pacto en el que él propone los vocales y el PP se los vota. Para él carece de interés la propuesta contra la inflación, ¡un 10%! que le propuso Feijóo, ni las consecuencias. Él no sabe lo que fueron los pactos de la Moncloa, la historia comienza en 1812 y su tesis se la empezaron a plagiar a partir de octubre del 77. No era fácil que llegaran a un acuerdo Gobierno y oposición cuando el Ejecutivo pretendía colar en el Consejo a un juez como José Ricardo de Prada, autor de la secuencia chunga que determinó el triunfo de la moción de censura contra Rajoy. El Supremo calificó su sentencia de excesiva y ciertamente lo era.
El PSOE y el PP han estado en la misma lógica, pero Núñez Feijóo no debería permitírselo. Va a insistir en el punto en el que empezó todo, 1 de julio de 1985, la Ley del Poder Judicial con la que el felipismo cambió el sistema de elección del CGPJ que estaba vigente desde el 10 de enero de 1980 en que se aprobó la Ley Orgánica del Consejo General del Poder Judicial (1/1980) en que 12 de los 20 vocales del Consejo eran elegidos por los jueces y los 8 restantes por el Congreso y el Senado. Desde 1985 nunca más; los 20 son elegidos por las Cortes Generales. El Grupo de Estados contra la Corrupción de la Unión Europea (Greco) ha insistido a España sobre este procedimiento. Hasta Casado lo dijo en algún momento, pero se le pasó pronto. Parece que Feijóo no va a ceder en esto, él sabe lo que se juega.