Lorenzo Silva-El Correo

Unos nuevos acuerdos de La Moncloa pasan por armar un diálogo a cuatro

El Gobierno ha ofrecido a la oposición unos nuevos Pactos de La Moncloa para afrontar la reconstrucción del país después de los estragos causados por la pandemia de la Covid-19. Lo ha hecho de manera imprecisa, mientras no dejaba de emplearse en la descalificación feroz de las críticas a sus errores -tantos y tan gruesos como los de cualquier otro gobierno- en la gestión de la crisis. Por su parte, en la oposición se observa una variada gama de respuestas: desde la receptividad de Ciudadanos -tal vez el cambio más notable en el panorama político español tras la inmolación de su anterior líder en pos de un espejismo- hasta la negativa vitriólica de Vox, lanzado ya al galope de la imputación por homicidio -o genocidio, o lo que sea- de Pedro Sánchez. A medio camino está la displicente disposición a escuchar del PP, de los nacionalismos irredentos nadie espera que se fajen para la reconstrucción de España y, en cuanto a esa izquierda a la que antes se llamaba antisistema, tener a alguno de los suyos en el usufructo de sillones ministeriales la inclina a una colaboración en la propuesta presidencial que aún no se sabe en qué medida la empujará a moderar sus reivindicaciones maximalistas.

El escenario verosímil, descartando a los que se han echado al monte o viven de ordinario en él, pasa en todo caso por armar un diálogo a cuatro, cuyos interlocutores serían, señalados por sus siglas y ordenados por su representación parlamentaria, PSOE, PP, Unidas Podemos y Ciudadanos. Con que esas cuatro fuerzas lograran ponerse de acuerdo habría unos pactos sólidos y respaldados por una mayoría más que suficiente. Esa mayoría les otorgaría de paso una legitimidad que solo discutirían, como lo discuten todo cuando de construir país en común se trata, las fuerzas con permanente vocación centrífuga. Un obstáculo que podría salvarse, en gran medida, teniendo cuidado en los pactos de respetar los hechos diferenciales y ofreciéndoles de buena fe sumarse a un arreglo ineludible para esquivar el abismo.

La duda que nos acomete a muchos es si los llamados a sentarse en esa mesa, y a dar forma a esos pactos, entienden de veras a estas alturas lo que eso significa. Pactar exige transar, esto es, llegar a transacciones sobre puntos en los que se difiere. Y transar implica renunciar a las posiciones propias, incluso a posiciones propias muy queridas, para que el resultado sea compatible con las aspiraciones y las renuncias de otro. Si no están por la labor, no pierdan ni nos hagan perder el tiempo.