ABC 22/11/16
IGNACIO CAMACHO
· Derecho a decidir y refrendo asambleario. A la gestora del PSOE le han servido en el País Vasco un plato ya cocinado
SE trata de una cuestión de principios. En concreto del principio de autoridad, en primer lugar, y de unidad estratégica en segundo. Si la gestora del PSOE se come sin chistar el acuerdo de coalición en el País Vasco habrá encajado una significativa derrota de
facto. La federación que se acaba de pegar un soberbio batacazo electoral no puede decidir una alianza de gobierno con los nacionalistas al margen de la dirección del partido. No sin menoscabar el ya bastante cuestionado crédito del aparato provisional al pasarse su criterio por el forro de la blusa de los espatadantzaris. Porque en Ferraz no se han enterado. Al atribulado presidente de la gestora le han dado un toque de teléfono cuando el pacto ya estaba doradito al pil pil en la cazuela, listo para servir según la acreditada receta de los hechos consumados. Y era plato único, lo tomas o lo dejas, con su reparto clientelar de carteras, sillones y cargos. Y con la sabrosa y picante añadidura de que, según sospechan en Madrid y en Sevilla, la salsa la han cocinado otras manos.
Porque en el PSE mandan los partidarios de Pedro Sánchez, quien se ha apresurado a aplaudir –en Twitter, su actual órgano de expresión– una maniobra que lleva su sello: la propuesta de refrendo por los afiliados antes de que decida el Comité Federal. Y los dirigentes nacionales consideran imposible que Patxi López no haya estado al tanto de las negociaciones en su antiguo feudo. Ambos, Sánchez y López, son proyectos de alternativa de liderazgo. Demasiadas casualidades para no barruntar que, al margen de sus bondades o defectos, el compromiso con el PNV forma parte de un desafío orgánico. Nada irrelevante: conlleva ambiguas cláusulas sobre el «derecho a decidir» y la agenda nacionalista de avance estatutario.
Este es un punto crucial. El debate que se va a abrir en el PSOE en los próximos meses no es sólo el de la identidad de su líder y candidato, sino el de una idea de la izquierda relacionada con el modelo de Estado. De un lado están las federaciones periféricas, con Cataluña al frente, que preconizan un proyecto plurinacional asimétrico, en la estela autodeterminista a la que ya Podemos se ha apuntado. Del otro, las regiones donde el partido es aún fuerte –Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha– defienden un marco territorial más igualitario. Esa tensión va a definir el futuro de la socialdemocracia, que debe decidir si se apunta a la centrifugación poszapaterista y entrega al PP y a Ciudadanos el monopolio político de la cohesión nacional de España. Además van a chocar dos mecanismos de decisiones internas: el patrón tradicional de las estructuras representativas contra un concepto populista, abierto y asambleario. Ambos conflictos convergen sobre el flamante pacto vasco. Y eso lo sabe la gestora, lo sabe Susana Díaz y lo sabe quienquiera que haya movido esa pieza a cencerros tapados.