EL MUNDO 15/05/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
Siempre fui un ardoroso defensor de los acuerdos de Estado, tanto más cuanto más invertebrada fuera la sociedad de la que se tratase. En sentido contrario comprobaremos que los países con mayor vertebración interna lo son gracias a su fortaleza institucional. Naturalmente, estoy a favor de pactos de Estado. El único club al que pertenezco y que aún me admite como socio es la Fundación para la Libertad, cuyo objeto social es propiciar el acuerdo entre los dos grandes partidos. Hace unos años se decía «entre el partido que gobierna y el que puede llegar a hacerlo». Hoy esa frase es tal vez un alarde de optimismo.
A esto de los pactos, uno llegó antes que el jefe de la oposición, pero no haré valer el privilegio moral del vendimiador de primera hora. Entre los años 2008 y 2009 defendí cuatro veces por escrito la necesidad de reeditar los pactos de la Moncloa. Por la crisis económica que el Gobierno, del que Rubalcaba era ministro, negaba por entonces, pero también por otros asuntos que en los países serios son piedra angular de pactos de Estado. Cuando Otegi fue detenido, el mismo PNV que apuntalaba a Zapatero con votos que se hacía pagar a muy buen precio, se apuntó a la manifestación de protesta. Con aquel motivo sugerí al entonces ministro del Interior una pregunta para su presidente, que era el de todos nosotros: «¿Qué hacemos pactando con estos en vez de buscar acuerdos con el principal partido de la oposición?» Ver Pactos de la Moncloa (EM-17/10/2009).
La prueba de que Rubalcaba no puede estar del todo errado es la descalificación de IU: «Es una cortina de humo que sirve al PP para ocultar sus responsabilidades». La crisis llevaba ya tres años castigándonos cuando el PP ganó las elecciones, pero ese es un argumento irrelevante ante una fuerza que tiene el secreto para salir de la crisis: su megaplan E dotado con 140.000 millones. Es exactamente la misma cantidad que pedía en 1998 para votar los presupuestos andaluces de 1999.
El Gobierno está dispuesto a acuerdos concretos pero no aceptará el del PSOE
Pongan las siglas y la cifra en el buscador de Google y podrán comprobarlo. No es un mal plan. Ni siquiera hace falta crear empleos. Basta repartirlo entre los parados y se acabó la crisis.
El Gobierno está dispuesto a acuerdos concretos sobre pensiones, transparencia y Administraciones Públicas, pero no va a aceptar la propuesta de Rubalcaba: un acuerdo, no sólo con los agentes sociales, patronal y sindicatos, sino con todos los partidos. Que el PSOE haya redescubierto los pactos de La Moncloa 36 años después no es un misterio glorioso, pero más vale tarde y Rajoy hace mal en su negativa categórica.
No tiene muchas posibilidades. Para comenzar debería ser un pacto de Estado en asuntos que superan con mucho nuestros problemas económicos: educación, política exterior, defensa y los desafíos soberanistas, por ejemplo. ¿Podría Rubalcaba empezar por poner orden en su propia casa? Disciplinar a Pere Navarro no es garantía de salvación para un Estado de salud tan quebradiza, pero menos daría una piedra. O una pedrada.