JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • El fantasma de la inflación será el primer caballo de batalla entre Sánchez y Feijóo

Con una inflación al 9,8% ya en marzo y las pensiones incrementadas en enero en el 2,5%, la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas es fácil de calcular. El director de Compras y de Marketing de Lidl calcula que los precios de los alimentos subirán hasta el 8% en las próximas semanas. No hay que ser un Nostradamus para vaticinar que se van a modificar los hábitos de consumo de la mayoría como reacción a lo que Margaret Thacher llamó «la ladrona invisible». Pero si la inflación llevará a muchos clientes a cambiar los ingredientes en su cesta de la compra e incluso el establecimiento habitual, la pregunta es si también cambiará sus hábitos políticos de consumo. O sea, su papeleta electoral. Si la inflación como dijo Milton Friedman es «un impuesto sin legislación», a los consumidores-votantes no les suele caer bien que les metan la mano en el bolsillo sin avisar. Sin avisar, pero recaudando a manos llenas.

Lo señaló Keynes definiendo la inflación como «un mecanismo mediante el cual el Gobierno puede confiscar en secreto una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos». No creo que volvamos a aquellos tiempos del puchero y hogaza para toda la semana. O a la bicicleta con manoplas contra el frío para ir al tajo. Pero el pollo, los huevos, el aceite de girasol, la factura de la luz y el gasóleo le van a pegar un tajo considerable a las pensiones, al salario mínimo y al Ingreso Mínimo Vital. Porque son precisamente pensionistas, asalariados y desempleados los sectores más perjudicados por la «ladrona invisible». Primero, porque habitualmente son hogares que no tienen ahorros para amortiguar el impacto de los precios y, también, porque trabajan en sectores golpeados por la crisis y con poco margen de maniobra para negociar incrementos salariales. Pero a lo que queda de las clases medias tampoco les gustará comerse los ahorros y prescindir del gasto en ocio, viajes, cuidado personal, restauración, en lo que venían empleando sus extras. Teniendo en cuenta que España supera en más de dos puntos la media del IPC europeo pese a no depender tan directamente como otros miembros de la UE del gas ruso, es más que probable que el pulso político de los próximos meses entre Gobierno y oposición esté girando sobre este asunto tan vital para la calidad de vida de la gente. (¡Es la inflación, idiota!).

El Gobierno de Sánchez sabe perfectamente que el fantasma inflacionario puede echar por tierra sus previsiones políticas y económicas, así que la primera maniobra será llevar a Núñez Feijóo al huerto del pacto. Y la primera gran decisión de Feijóo será si echar un salvavidas a Sánchez o enseñarle el colmillo de la oposición.