Tonia Etxarri, EL CORREO, 31/10/12
Los contactos para formar gobierno estable en el Pais Vasco ya nada tienen que ver con aquellas «ceremonias del apareamiento» (así las describía Arzalluz) que acabaron dando el fruto de los gobiernos de coalición entre nacionalistas y socialistas en continuadas legislaturas. Estamos en otros tiempos. Los políticos vascos, como los ciudadanos, se mueven con mayor sensación de libertad desde que ETA dejó de matar, aunque siga sin disolverse, pero nunca como ahora se había detectado un estado anímico de dos velocidades: el de los nacionalistas y el de los constitucionalistas, cruzado con la recuperación del juego que corta la baraja en dos mitades: derechas e izquierdas.
Pero ni los más animados por haber ganado tienen el control de la gobernabilidad que necesitan los ciudadanos vascos (ni el PNV ni EH Bildu han alcanzado sus propias expectativas). Ni los perdedores de las elecciones atraviesan por sus mejores momentos para exigir contrapartidas, aunque los socialistas pueden ejercer su cuota de presión cada vez que coincidan en votaciones con los herederos de Batasuna, como, de hecho, ya ha ocurrido en Gipuzkoa. Todo dependerá de la oferta final del PNV.
Si tan sólo aspira a trocear su programa para sellar acuerdos parciales con unos o con otros, el futuro lehendakari las va a pasar canutas. Zapatero empleó la táctica de la improvisación de alianzas en su última legislatura, en vez de cerrar un pacto sólido con algunas fuerzas parlamentarias y así le fue. Mal. En Euskadi, con nuestra original organización territorial no va a ser tarea fácil. Si Urkullu no logra implicar a los cuatro partidos del Parlamento vasco en bases sólidas sobre la armonización fiscal por ejemplo, las diputaciones, gobernadas cada una por un partido distinto, pueden darle más de un quebradero de cabeza. Si tan solo coincide con EH Bildu en su proyecto independentista aplazado, con los socialistas en el mantenimiento de los servicios públicos y con los populares en la recuperación económica, mientras se queda por encima de los demás en el alambre de la convivencia y la pacificación, el nuevo Ejecutivo vasco no se va a parecer nada a un gobierno estable. Que es, justamente, lo que necesita la ciudadanía.
El PP de Basagoiti no tiene los once escaños necesarios para sumar al PNV la mayoría necesaria. Al margen de la política económica, sus lineas rojas de defensa del estatuto actual están tan distantes de los planes del PNV que se sentirán más cómodos en la oposición, sin estar hipotecados, como lo estuvieron en la legislatura de Patxi López y, así, tener las manos libres para recuperar una política más definida.
La aprobación del impuesto para grabar a los ricos, en Gipuzkoa, gracias a los socialistas y a EH Bildu, ha provocado una profunda preocupación en la patronal de Adegi, que se lamenta de que este tipo de medidas acaban perjudicando a los emprendedores. El impuesto despeja la sentencia que la candidata de la izquierda abertzale Laura Mintegi dejó sobre la mesa durante la campaña electoral al decir que, con su política, algunos empresarios querrían irse de Euskadi. El futuro lehendakari no debería permitir que, una vez más, los ciudadanos vascos tuvieran que abandonar su tierra.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 31/10/12