Ibarretxe es la respuesta del PNV al espíritu de Ermua, no lo olvidemos. Lo que le preocupa desde su primera investidura, tras las masivas movilizaciones por el asesinato de Miguel Angel Blanco, es que ETA no acabe derrotada y pueda justificarse históricamente. Está convencido de que, si da un sentido a la lucha de ETA, salva el de todo el nacionalismo, y llega por este medio a la soberanía.
De la reunión en la Moncloa entre los líderes del talante y de la ilusión me consuela, por el bien de Zapatero, que no haya transcendido nada. Ante el privilegio de disponer de ambos liderazgos encontrados hay que reconocer que la poética de la ilusión es más embriagadora y almibarada que la del talante, y que Zapatero, desde el momento que aceptó la cita, se estaba dejando enredar. Porque aunque no haya transcendido nada -sospecho, sin embargo, que ha transcendido ya todo lo que dio de sí-, empiezo a temerme lo peor cuando oigo al lehendakari en funciones, tras la música de fondo del diálogo, predicar por enésima vez sobre la nueva etapa, el olvido del pasado, y, sobre todo, de la histórica oportunidad para la paz. ¿Tan mal está ETA que nos tiene que urgir históricamente para que no acabe derrotada?
Ibarretxe es la respuesta del PNV encarnada en lehendakari al espíritu de Ermua, no hay que olvidarlo. Lo que le preocupa a Ibarretxe desde su investidura, hace siete años, tras las masivas movilizaciones provocadas por el asesinato de Miguel Angel Blanco, es que ETA no acabe derrotada y pueda justificarse históricamente. Para que así el nacionalismo pueda seguir mandando hasta el final de los tiempos. Si ETA desapareciera por el empuje del Estado, todo el nacionalismo acabaría desapareciendo, es la conclusión a la que llegó el PNV: errónea, pero nacionalista donde las haya. Ibarretxe está convencido que, si da un sentido a la lucha de ETA, salva el de todo el nacionalismo y, además, llega por este medio a la soberanía. Y es desde esta visión desde donde hay que contemplarlo, evaluarlo y cualificarlo antes de abrirle la puerta de la Moncloa o la del velatorio de una víctima del terrorismo.
Si Ibarretxe sigue de lehendakari, el pasado sigue, y ETA tendrá incentivos para seguir. Porque será el primero en poner unas condiciones imposibles al Gobierno para la disolución de ETA, ante la desesperación de las personas inteligentes de Batasuna y de muchos presos. Y no es que él vaya a redactar las condiciones: con repetir hasta la saciedad lo de la oportunidad histórica ante la paz y algún discreto recado de que Zapatero está maduro -¿y qué presidente no está maduro para entrar en la historia como el pacificador?-, la organización pica. No sabe Zapatero en qué lodazal se está metiendo favoreciendo que Ibarretxe se sitúe en el centro del protagonismo político y apartándose cada día más, en el tema vasco, del PP con el que tan excelentes resultados se han obtenido en la pacificación.
Pero aquí hay para todos. Si estamos de acuerdo con que Ibarretxe es el pasado, habría que hacer todo lo posible para que el próximo lehendakari fuera Patxi López. Es verdad que la dinámica política previa para conseguirlo ha sido más roma que hace cuatro años, bajo la excusa de que yendo por separado, pero evitando cualquier compromiso de futuro, el PSE y el PP iban a conseguir más votos.
Por otro lado, es cierto que no está el lodazal para pedirle al PP excesivas responsabilidades. A pesar de ello, debiera recordar que hace cuatro años disfrutó de todo el apoyo de los socialistas vascos, aunque a posteriori le costara la cabeza a Nicolás Redondo. Y también, que las circunstancias matemáticas son hoy más propicias que algunas expectativas de entonces, correspondiéndole precisamente al que va de segundón la responsabilidad de quebrar esta dinámica en la que el PNV, con menos escaños, puede tener más espacio político. Aun teniendo todo tipo de excusas, que las tiene, no sería muy coherente que el PP, tras su decidida apuesta por el cambio, hiciera mutis por el foro y volviésemos a lo de siempre, a Ibarretxe, al reforzamiento de ETA a medio plazo, con más exiliados y más escoltados.
No sería de recibo que la trifulca con el PSOE en Madrid la siguiésemos pagando aquí. A pesar de todo, María San Gil, ¡antes muerta que Ibarretxe! Y si no, sigamos, todos, como dijera hace muchos años Mario Onaindia, «chapoteando sobre la sangre».
Eduardo Uriarte, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 13/5/2005