Cristian Campos-El Español 
 

La novela de ciencia ficción Soy leyenda (Richard Matheson, 1954) es una metáfora casi perfecta de la situación actual de Page en el PSOE de Pedro Sánchez.

Quizá conozcan alguna de las tres adaptaciones cinematográficas que se han hecho hasta ahora del libro. Las dos primeras fueron The Last Man on Earth (1965) y The Omega Man (1972).

La última (titulada Soy leyenda) se estrenó en 2008 y fue protagonizada por Will Smith, aunque el final agridulce de la película altera sustancialmente el original de la novela. De hecho, lo contradice.

El protagonista de Soy leyenda es el único superviviente de una epidemia que ha devastado a la humanidad.

La humanidad como tal no ha desaparecido en realidad, sino que, infectada por la bacteria que ha causado la epidemia, ha mutado en una raza de seres monstruosos similar a la de los vámpiros míticos. Esos seres temen al sol, salen de sus guaridas por la noche y sufren aversión al agua bendita.

Robert Neville, el protagonista de la novela, se atrinchera en su casa por las noches, cuando las criaturas se apoderan de las calles, y sale durante las horas de sol para darles caza mientras duermen.

Voy a hacerles el cuento corto. Al final de la novela, Neville comprende que, desde una perspectiva darwinista, el monstruo es él. Porque esa nueva raza de seres es ahora la nueva humanidad. Una novedosa especie dominante cuyo único crimen ha sido el de adaptarse a su entorno.

Neville, para esa raza de seres vampíricos, es el monstruo que merodea durante las horas de sol para exterminarles mientras ellos duermen en la oscuridad.

La normalidad, en fin, es sólo pura estadística. Y si eres minoría, especialmente una minoría tan mínima como la de Neville, el monstruo de la nueva normalidad eres tú.

Emiliano García-Page es el Robert Neville español. Atrincherado en su refugio de Castilla-La Mancha, Page sale de su refugio constitucionalista durante las horas de sol, armado con su mayoría absoluta, para exterminar a golpe de esencia socialista a esa nueva raza de seres que se ha apoderado de su partido.

Page es el último socialista sobre la faz del PSOE.

Pero desde el punto de vista de los seres a los que se enfrenta, seres conocidos como ‘sanchistas’, el vampiro es Page. Un engendro salido de la peor de las pesadillas y que se aferra a la Constitución, defiende la igualdad de todos los españoles, rechaza la amnistía para los nacionalistas y no hace distingos entre terrorismos respetuosos con los derechos humanos y terrorismos sin voto en el Congreso de los Diputados.

Un monstruo, en definitiva.

Así pues, Page puede aferrarse a la nostalgia de la vieja normalidad y reivindicar frente a la prensa y los micrófonos y las cámaras esos tiempos en los que el socialismo era «otra cosa». Otra cosa más parecida a lo que él sigue siendo todavía hoy.

Pero la realidad es que Page está, efectivamente, en el extrarradio del PSOE. Y lo está por no haberse movido de su sitio. No mentía Óscar Puente. Es el PSOE el que se ha movido, sí. Pero es que se ha movido TODO el PSOE junto con TODOS sus votantes. O, al menos, los suficientes votantes como para que Sánchez ocupe la Moncloa.

La paradoja está ahí, y entiendo la sorpresa e incluso el enfado del presidente de Castilla-La Mancha. Pero sus apelaciones tácitas o implícitas a un socialismo que ya no existe son poco más que nostalgia, por no decir melancolía. La realidad del nuevo PSOE no tiene mucho más remedio que la ley de la gravedad o la de la oferta y la demanda, que seguirán ahí por mucho que nos rebelemos contra ellas.

Cabe la posibilidad de una vacuna, sí. Pero nadie ha dado con ella todavía y, si algo ha quedado claro ya, es que ese antídoto no es la Constitución. Tampoco la democracia, el Estado de derecho o el Poder Judicial. Porque esos eran remedios para la vieja raza socialista. La de Page. Pero la nueva especie socialista es inmune a ellos.

De hecho, esa nueva especie socialista ha demostrado una sorprendente resistencia a cualquier tipo de antídoto. Ya no valen los viejos ajos y crucifijos constitucionalistas. Sólo valen las urnas. Y las urnas siguen concediéndole todo el poder a Sánchez.

Paradójicamente, de nuevo, Page es prácticamente el único socialista relevante que sigue ganando elecciones con mayoría absoluta. Pero esa es también su condena. Porque en cuanto desaparezca esa mayoría, Page será aniquilado por el sanchismo.

Entonces, Page será leyenda («él fue el último representante del viejo socialismo»). Pero, ¿a quién le importará eso en el nuevo mundo?

Emiliano García-Page es el monstruo del nuevo socialismo. Me ahorro contarles cómo acaba la novela, aunque pueden adivinarlo.