Dos mandos de la Policía Autonómica de Cataluña han sido imputados por la denuncia de un mosso d’Esquadra por delitos de prevaricación y acoso, a raíz de que el agente denunciante redactara un atestado en la lengua extraña, es decir, en la otra lengua oficial de la comunidad autónoma. El atestado era una denuncia planteada por un ciudadano que alegaba ser monolingüe castellano. ¡Como si eso pudiera ser un pretexto! En justo castigo, los dos mandos lo metieron durante tres meses en una tarea menor y rutinaria, lo que en el argot del cuerpo se llama la garita.
Así están las cosas. Los Mossos d’Esquadra no pueden usar como idioma de trabajo una de las dos lenguas oficiales de Cataluña, según establece el Estatuto de Autonomía en su artículo 6.2: «Todas las personas tienen derecho a utilizar las dos lenguas oficiales y los ciudadanos de Cataluña el derecho y el deber de conocerlas. Los poderes públicos de Cataluña deben establecer las medidas necesarias para facilitar el ejercicio de estos derechos y el cumplimiento de este deber». Las dos son oficiales, pero Cataluña se parece en esto a la igualdad de los animales en la granja de Orwell: hay una más oficial que otra, por ser «de uso normal y preferente», lo dice en el artículo 6.1, por lo que el ejercicio de los derechos que se cita en el apartado 2 es papel mojado.
La sobrecarga de lo simbólico es una característica esencial del nacionalismo. Ellos quieren todas las competencias, pero no para gestionar mejor los asuntos que interesan a los ciudadanos, sino como un signo externo, una seña de identidad. Pongamos los Mossos, la policía propia. No la quieren porque les parezca una herramienta necesaria y eficaz para hacer guardar la Ley en la comunidad. La quieren porque una policía catalana queda muy catalana, como su propio nombre indica y como aquellas tormentas catalanas que dejaban el aire tan limpio, según contaba un divertido y perplejo Carandell. El cumplimiento de la ley es un objetivo secundario frente a la cuestión primordial y lo que gentes con responsabilidad en función del cargo que desempeñan reprochan precisamente a la policía catalana es que tenga entre sus costumbres profesionales la de cumplir la ley, y lo que aún es más grave, hacerla cumplir a otros.
La mujer que gobierna Barcelona llegó a la Alcaldía con una idea de leyes a la carta: no pensaba cumplir las que no le gustaran, de ahí que ataque a los Mossos cuando estos cumplen su función en los desahucios. Sus primos hermanos de la CUP no están dispuestos a permitir que los policías arresten a una de sus alcaldesas por desobediencia y piden a la Generalidad que exhorte a los Mossos a no cumplir las órdenes de los tribunales.
Estos tipos comenzaron su carrera el 15 de junio de 2011, bloqueando la entrada del Parlamento el día en que se iban a aprobar los Presupuestos. Mas y sus consejeros tuvieron que entrar en helicóptero. Cuatro años y medio después han conseguido echar a Mas y a su sucesor le bloquean los Presupuestos desde dentro. Lo único que ha ganado Puigdemont es que se ahorra el viaje en helicóptero.