Barbara van der Leeuw y Raúl López Romo-El Correo

  • La ultraderecha esperará su momento en la oposición, pero la posibilidad de una gran coalición de fuerzas moderadas es buena para Europa

Según Reporteros Sin Fronteras, los Países Bajos figuran en tercer lugar en el ranking de libertad de prensa, solo por detrás de Noruega y Estonia. Es uno de los Estados menos corruptos y tiene una de las democracias más avanzadas del mundo en términos de respeto a los derechos civiles y a la separación de poderes. La economía va bien: el déficit presupuestario está en el 2,6% del PIB y el desempleo ronda el 4%. En España nos conformamos con el 10,5%.

Sin embargo, los neerlandeses muestran una llamativa desafección hacia los partidos. Tiene que ver con el cansancio ante la repetición de comicios (desde 2002 hasta ahora ha habido nueve elecciones generales, una cada dos años y medio; nos ganan por una), la fragmentación del Parlamento y la difícil gobernabilidad. Las anteriores generales fueron el 22 de noviembre de 2023 y les costó 208 días formar un Gabinete, que duró once meses. Entre los principales problemas que perciben nuestros vecinos están el coste de la vida, la seguridad, la falta de vivienda y la frustración con la parálisis política.

Pero el descrédito de los políticos no disuadió a los votantes, que el miércoles volvieron a ejercer en masa su derecho y su deber cívico. Con un tamaño similar al de Extremadura, en los Países Bajos viven más de 18 millones de personas. El 78,4% del censo acudió a las urnas. Estas, al contrario que en España, se sitúan en una variedad de lugares, incluyendo estaciones de tren, centros de barrio, iglesias, empresas o teatros. Nuestra amiga Tessa, por ejemplo, depositó su sufragio en la Casa de Ana Frank, en Ámsterdam. Puedes elegir dónde hacerlo, incluso en otro municipio distinto a donde residas.

La extrema derecha, que ganó en 2023, pero quedando muy lejos de la mayoría absoluta, lo quería todo. Precipitó la nueva convocatoria ante la imposibilidad de cumplir su agenda en relación con la política de asilo, que a su juicio no es aún lo suficientemente severa. El Trump holandés, Geert Wilders, vio la ocasión de subirse a la ola internacional del populismo. En el pasado había llegado a proponer cobrar a las mujeres por llevar velo. Despectivamente lo llamaba el ‘kopvoddentaks’, impuesto de ‘trapo de cabeza’.

Luego, sin apearse de la retórica antimusulmana, dejó de ir tan lejos. Junto al nacionalismo, ha abrazado causas sociales como la defensa de la sanidad, y fue ganando adeptos. Esta vez, no los suficientes. Su caída de escaños ha sido fuerte. Nadie estaba dispuesto a pactar con él, tampoco los cristianodemócratas ni los liberales. En realidad, no hay menos voto ultra, pero se ha dispersado en tres partidos.

El discurso del miedo funciona en lugares donde la gente vive bien y teme perder su posición. El chivo expiatorio suele ser una minoría tachada de foránea. Pero este recurso también tiene sus límites. Durante mucho tiempo los Países Bajos han sido un modelo de integración de los inmigrantes. Frente a los profetas del apocalipsis, los indicadores objetivos muestran que las cosas siguen funcionando.

A Rob Jetten, el joven líder de D66, le ha valido su venta de positividad y ganas de poner orden. Pero no lo tendrán fácil los liberal-progresistas, ni siquiera en un país acostumbrado a las coaliciones amplias. A falta de verificarse el voto por correo, cuentan con 26 asientos de los 150 de la segunda cámara, prácticamente empatados con el PVV de Wilders. Es como si las principales fuerzas del Congreso español contaran con unos 60 escaños.

En los Países Bajos no existe un umbral de, por ejemplo, el 5% de los votos, lo cual facilita que incluso partidos pequeños pueden obtener representación dentro de un sistema de circunscripción nacional única. En el nuevo Parlamento habrá quince fuerzas. La volatilidad es alta. Al NSC, muy personalista, le ha pasado factura la retirada de su líder, Pieter Omtzigt, y ha caído de 20 a cero diputados.

Lo más viable para alcanzar una mayoría, fijada en 76 asientos, sería una gran coalición de las fuerzas moderadas, entre las que destacan D66, los verdes y socialdemócratas (GroenLinks-PvdA), los democristianos (CDA) y VVD del ex primer ministro Rutte. Wilders pierde protagonismo (esperará su momento en la oposición) y Países Bajos vuelve a estar centrado, lo cual es bueno para Europa. Todo lo que era sólido esta vez ha sido tenido en cuenta.