- Luego se preguntan algunos para qué sirve el Rey. Pues miren, entre otras cosas, para que los españoles comprobemos que la cúspide del Estado no quiere muros entre españoles
Me serviré de algunas frases de Felipe VI destacadas por Ana Martín porque no se puede mejorar su selección. Son verdades como puños formuladas generalmente en positivo, pero todas contienen una crítica implícita e inequívoca al proceso disgregador que España atraviesa.
«Uno de nuestros grandes activos en democracia es […] la convivencia basada […] en la búsqueda común del bienestar y de la prosperidad de todos». La convivencia no ha estado nunca en mayor peligro que ahora, al ser el propio Poder Ejecutivo el que, regresando al sectarismo congénito de la Segunda República, trabaja para que nunca más haya alternancia. Un proyecto tal solo puede romper la convivencia al negar legitimidad a las aspiraciones de media España.
«Quiero reivindicar la Constitución […] como instrumento y garantía imprescindible para que la vida de los españoles pueda seguir discurriendo […] con estabilidad, con certidumbre». El sanchismo necesita convertir la Constitución en papel mojado para seguir existiendo. Su ley de amnistía aniquila la división de poderes; la Fiscalía, parte del Poder Judicial, ya ha caído; los socios de Sánchez no están sometidos a la ley, conculcándose el principio de igualdad; es evidente la voluntad de convertir el Estado de Autonomías en una confederación; etc. Normalizar la violación de los principios constitucionales es garantía de inestabilidad e incertidumbre. O, como afirmó el propio Rey: «Fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad».
«La razón última de nuestros éxitos y progresos […] ha sido […] la unidad de nuestro país». No podría ser de otro modo. La unidad de España es la razón última de eso y de la propia existencia de la Constitución, que se fundamenta en tal unidad (art. 2), siendo por tanto previa a ella y base de la misma. Sin unidad, la Constitución se caería, se haría pedazos, y con ella el ordenamiento jurídico entero. También sería imposible cualquier acuerdo, y no habría paz civil hasta que la unidad se restableciera. El sanchismo abre la puerta a tan siniestra posibilidad por su pacto estructural con los herederos de la ETA y por su pacto coyuntural con los que anuncian un referéndum separatista.
«Cada institución […] debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución le señala». No veo una manera más clara de decirle al Gobierno que saque sus zarpas del Poder Judicial, que deje de utilizar mayorías absolutas en el Parlamento para reformar la Constitución (golpe de Estado), que la Fiscalía debe respetar el principio de legalidad y los gobiernos autonómicos dejarse de aventuras soberanistas.
Y luego se preguntan algunos para qué sirve el Rey. Pues miren, entre otras cosas, para que los españoles comprobemos que la cúspide del Estado no quiere muros entre españoles, y que todo lo que representa y dice es una rotunda negación del proyecto disgregador sanchista