“Vamos a avanzar con determinación en nuestra agenda con o sin el concurso de un poder legislativo”. Son las increíbles palabras del Presidente Sánchez pronunciadas el pasado sábado en el Comité Federal del PSOE. No se puede decir que sean palabras pronunciadas al albur, pues las leyó; y pasados todos estos días, ningún miembro del gobierno se ha dedicado a matizar esa barbaridad.
Inconcebibles palabras cuando resulta que de acuerdo con el artículo 1.3 de la Constitución la forma política de nuestro estado es la monarquía parlamentaria. Y el art. 66.1 también de la Constitución expresa que “las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”. Añadiendo el art. 66.2 que “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución”, entre ellas, desde luego, las leyes.
Por más que se piense en un país democrático, es imposible que se venga a la cabeza un Presidente del gobierno que hace tal muestra de desprecio al poder legislativo –que representa al pueblo español–. En puridad, son las palabras de un autócrata porque en democracia, no se puede gobernar sin mayoría parlamentaria. Es así de sencillo. Se podrá estar en el gobierno, pero no se podrá gobernar. Y por tanto, no hay agenda a la que atenerse, como llevamos viendo a lo largo de este año de legislatura. ¿De qué agenda nos habla? ¿Acaso se trata de los casos de corrupción –acaben como acaben judicialmente– que afectan lo mismo al denominado ‘caso Koldo’, que a la investigación judicial a su mujer y a su hermano? ¿O se está refiriendo a una pérdida de competitividad evidente, a una desindustrialización que avanza a diario, a una red ferroviaria imposible, a una juventud que se queda atrás, incapaz de acceder a una vivienda, de independizarse de sus padres? No. No estamos asistiendo sino al final de una legislatura imposible en que el propio gobierno se ha quedado en minoría parlamentaria. Así las cosas, no hay agenda de ninguna clase. ¿Qué nos queda por ver entre tantas cosas? ¿La prórroga presupuestaria para 2025, tras la de 2024, incumpliendo radicalmente el mandato constitucional? ¿Cómo se puede gobernar un país sistemáticamente sin presupuestos?
No se puede tratar de gobernar sin apoyo parlamentario. Lo que llevamos viendo en esta legislatura fraguada sobre la bochornosa promesa de una ley de amnistía pactada con un fugitivo de la justicia
Cuando un Presidente del gobierno deduce que se encuentra en minoría parlamentaria tiene inexcusablemente tres caminos por los que optar: o se somete a una moción de confianza –art. 112 de la Constitución–, o dimite, o convoca elecciones generales. Lo que no se puede en ningún caso es tratar de gobernar sin apoyo parlamentario. Lo que llevamos viendo en esta legislatura fraguada sobre la bochornosa promesa de una ley de amnistía pactada con un fugitivo de la justicia.
Y, entre tanto, tras un verano nefasto políticamente –la farsa de Puigdemont en Barcelona, el pacto entre ERC y el PSC en orden a la soberanía fiscal de Cataluña, el desastre de una inmigración descontrolada–, al menos asistimos a una gran noticia: la aprobación por el Congreso de los Diputados del reconocimiento de Edmundo González como Presidente electo de Venezuela, con la oposición del PSOE. Que no es otra cosa que hacer justicia, que se reconozca el sagrado derecho a la soberanía del pueblo venezolano, que, al cabo, no es sino lo que pedíamos en España a la salida de la dictadura –democracia y libertad–, y lo proclamamos también para el pueblo hermano de Venezuela, sometido a un tirano insufrible, del cual han tenido que huir, o exiliarse, ocho millones de venezolanos. Quedará la ignominia del Sr. Zapatero, observador del régimen e incapaz de pronunciar una sola palabra sobre el pucherazo que ocurrió en aquel país el 28 de julio pasado; tampoco una sola palabra sobre los crímenes, los asesinatos, las detenciones y las canalladas llevadas a cabo por el siniestro dictador Nicolás Maduro.
Porque, como decía Cayetana Álvarez de Toledo en la tribuna de oradores del Congreso el pasado martes, “sólo lo moral es útil”.
Una frase, por sí sola, resplandeciente ante un Presidente del gobierno que no tiene ni tarea alguna por desarrollar, y que se enfrenta a un Parlamento en minoría.
Cuando se llega a esa situación es inviable proseguir una agonía que a nada conduce. O dimite, o convoca elecciones generales; no hay otro camino en democracia.
Aunque al final, deje un país más pobre, más dividido, menos confiado. En suma, un país peor. Pero todo antes que despreciar al Parlamento; convoque elecciones, que los españoles hablemos y abandonemos de una vez este camino de pesadilla.