- Sánchez nos llama «fachosfera»; retratemos cada día su «boñigosfera», esa política excrementicia
Como sucede con el cerdo, hay entrevistas donde todo es aprovechable. Así la concedida por Sánchez a un diario de provincias, La Vanguardia. Con sus conocidas dotes para la propaganda, alguien que presumo del PSC, y cuyo nombre adivino (aunque no revelo por falta de pruebas), le ha acuñado el término «fachosfera». Las viejas estrategias de la Comintern, con toda su simplicidad, siguen funcionando porque la masa no lee más que novela histórica de baja estofa. Si leyeran historia de verdad sabrían que «fascista», en boca de un comunista, no significa fascista sino enemigo del partido, y que «enemigo del partido» significa no entregado al líder, o a su estrategia, o a la difusión de sus argumentos. No se trata de que Sánchez sea comunista. Sánchez ni siquiera es eso porque no es nada, un traje vacío. Pero a efectos de monopolio de la opinión y demonización de la disidencia, como si lo fuera.
Por otra parte, sí gobierna con comunistas, además de mostrar inclinaciones en política internacional que sirven a las estrategias de Rusia y China, que tampoco pertenecen a lo que Marx entendía por comunismo, pero que son excrecencias directas, caca de abolengo, de la ideología más dañina de la historia. Irán, a quien Borrell está consagrado –ese es su cordón umbilical con el sanchismo más canalla– es una teocracia que maneja marionetas terroristas y que ha apostado por reventar Occidente financiando neocomunismos como el de Podemos, que en paz descanse. Catar financia asimismo el terrorismo y aloja a los jefes de Hamás, tan multimillonarios como sanguinarios. ¡Pues también ante Catar se inclina la «boñigosfera»!
Boñigosfera: espacio donde se mezclan el sanchismo político y mediático con empresas públicas parasitadas y empresas privadas donde un fondo soberano catarí posee importantes paquetes de acciones. En confuso montón con terroristas domésticos: los exetarras que siguen sin colaborar con la Justicia y los CDR y sunamis varios a la espera de amnistía, practicantes de un terrorismo no reconocido por Bolaños pero sí por los tratados internacionales, la directiva europea al respecto y el Código Penal.
Con «fachosfera», los sanchistas despachan, sin matices, a todos los medios y opinadores críticos, y aun a cualquier funcionario supuestamente independiente o autónomo que no acate órdenes. Lo último es característico de una autocracia, una que no cabe en Europa, por cierto. Y taparse los oídos y los ojos (a diferencia de los monitos, la boca no se la tapan) es esencialmente inhumano. El hombre es un ser social cuyo bienestar depende del intercambio de bienes y cuya convivencia depende del intercambio de ideas y opiniones. El derrumbe económico de un país sin seguridad jurídica y con arbitrariedad sistemática es seguro. Al principio no parece posible, pero está escrito. Hasta la China ofrece mayor seguridad jurídica a sus inversores extranjeros que esta España. En cuanto al intercambio de opiniones, dos no hablan si uno no quiere. Si nos derrotan, que sea luchando. Sánchez nos llama fachosfera; retratemos cada día su boñigosfera, esa política excrementicia.