Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- El tiempo quita y da razones. Cada año de Sánchez mejora el tiempo de Rajoy
En mitad del páramo, siempre hay una sombra para el cobijo. Desde la caída del bipartidismo imperfecto no salimos del sobresalto. Reaparece Rajoy, con Política para adultos bajo el brazo: «Se gobierna con la razón no con el sentimiento». Palabras mayores, adultas, de las que ya no se emplean porque como dice el expresidente ahora no se ve «más allá del próximo cuarto de hora». Se nos presenta Rajoy sin necesidad de interpretar si sube o baja. Debe ser que el cargo hace camino al andar porque en su libro Política para adultos se le entiende a la primera sin necesidad de preguntar qué es lo que ha querido decir, como ocurría en ocasiones cuando gobernaba a su manera, desesperante para unos, necesaria para otros en un país en el que «para ir a la contra hay oleadas de clientes». Rajoy no ajusta cuentas, pero apunta maneras. Eso sí deja a cada uno en su estante, especialmente a quienes le hicieron la vida imposible con el adanismo: Iglesias, Rivera y por supuesto Sánchez, autor material del roto a la reconciliación. Rajoy es un conservador de manual con los manguitos de funcionario decimonónico para cuadrar el número y guardar la viña del Estado. Sin sobresaltos ni aspavientos. Se echa de menos a un adulto a los mandos.
El tiempo quita y da razones. Cada año de Sánchez mejora el tiempo de Rajoy. Hay límites, líneas intocables traspasadas desde la moción de censura quepa o no en la conciencia de su señoría Elorza. La puerta abierta el 1 de junio del 18 a la deconstrucción del 78 ya no se cierra sin armar ruido. Las termitas han mordido tanto que hay partes al aire. Rajoy milita en la Constitución, defiende a Felipe VI con palabras no empleadas por el actual presidente del Gobierno. Cuando se atreve a afirmar sobre Juan Carlos I «sigo sin entender a qué responde ese alejamiento», Rajoy eleva el discurso, mide la palabra y reivindica la institución cimiento de nuestra democracia. Rajoy cuenta lo suyo con palabras mayores. Deja errores y reproches a los demás, en la práctica es un liberal. Un señor de Pontevedra esquivo a la repregunta: «Oiga, qué más quiere que le diga».