Noviembre de 2021. Sobre el páramo castellano corre un cierzo helado que invita al recogimiento. Y hay una foto en el Norte de Castilla tomada en Monzón de Campos, Palencia, en la que aparece un grupo de personas protegidas del frío por gruesas pellizas que escuchan con embeleso a un Miguel Ángel Revilla que se dirige a ellos con el gesto de un Moisés describiendo a su grey las bondades de la tierra prometida. Se nota que es el jefe porque va a camisa descubierta, machote, protegido apenas por una sencilla parca que, además, lleva desabrochada. La foto está tomada a la salida de Monzón, un pueblo venido a menos, a casi nada, como casi todos los pueblos palentinos, desde que cerraron la azucarera. Esa semana han comenzado las obras del tramo Amusco-Osorno de la futura línea de AVE que unirá Palencia con Santander. Y en la instantánea aparecen un par de grandes máquinas y la evidencia de su trabajo sobre la tierra aplanada y polvorienta, con las márgenes del Canal de Castilla escoltado por una fila de chopos ateridos como telón de fondo. Desde que en 2010 José Blanco, entonces ministro de Fomento, metiera en un cajón el contrato para la realización de esa obra por considerarla un despilfarro sin sentido, Revilluca ha convertido el happening de Monzón con su tropa del Partido Regionalista Cántabro en una peregrinación al Santiago del progreso, ante la mirada perpleja de las gentes de un Monzón mecido por la soledad del invierno.
Después de los discursos, el líder del PRC homenajeó a sus fieles, llegados en autobús desde Santander, con un generoso asado de buey, música folclórica y muchos vivas a la tribu cántabra, por cuyo futuro prometió ”luchar hasta morir”. Ello ante la indiferencia de los vecinos de Monzón (1.405 habitantes en 1960; apenas 500 en 2021) y el cabreo de los agricultores de la zona. Porque las aplanadoras están haciendo su trabajo a destajo sobre las tierras remolacheras de la vega del Carrión y del Canal de Castilla, expropiadas a precio de oro, para una línea de AVE que se supone utilizarán los cuatro gatos con posibles de Valladolid (y los dos de Palencia) que a partir de 2032 decidan el domingo por la mañana ir a bañarse a Santander para regresar a sus casas por la tarde. Camino de Osorno, los encofrados cubren ya arroyos y terraplenes por donde discurrirá la costosísima obra, Amusco y su monumental iglesia de San Pedro, el “pajarón de Campos” de fondo; Támara y el solemne San Hipólito con su bellísima torre, “la novia de Campos”; la Frómista eterna y sus imponentes tres iglesias, con San Martín como canon del románico español. Iglesias como catedrales diseminadas por la tierra austera de unos pueblos que verán desfilar el AVE como una flecha sin sentido, un signo del progreso que no solo no les rescatará de la incuria y el silencio, sino que contribuirá a aislarlos aún más, paradoja entre las paradojas de esta obra producto de la peor política, la más mendaz disposición de recursos públicos, el más escandaloso dispendio del dinero del contribuyente.
Mucho se ha hablado de la rentabilidad de la red de alta velocidad española, siempre deficitaria, siempre subvencionada y siempre enterrada por los cantos de sirena de los entusiastas de obra pública, que son legión, cuanto más grande y costosa, mejor»
Casi el mismo día en que se hacía público el escándalo de los 31 trenes encargados por Renfe en 2020 para Asturias y Cantabria y que no caben por algunos de los túneles de la red Feve, vía estrecha, existentes en ambas comunidades, y días antes de que se supiera que la propia Adif licitó también la compra de tres locomotoras para prestar servicio en esas vías sin especificar las medidas de los túneles, la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, anunciaba este 4 de febrero en Santander la adjudicación de las obras del tramo siguiente, el comprendido entre Osorno y Calahorra de Boedo, añadiendo que en abril lo será el que va de Calahorra de Boedo a Alar del Rey, ambos en Palencia, dentro de la línea que llevará el AVE a Cantabria. Mucho se ha hablado de la rentabilidad de la red de alta velocidad española, siempre deficitaria, siempre subvencionada y siempre enterrada por los cantos de sirena de los entusiastas de obra pública, que son legión, cuanto más grande y costosa, mejor. Uno de los que con más propiedad ha analizado esa variable es Ginés de Rus, catedrático de Economía Aplicada en Las Palmas, para quien “ninguna de las líneas de AVE existentes en España es rentable en términos financieros o sociales. Con los 10.000 millones que ha costado el AVE Madrid-Barcelona y sus cinco millones de pasajeros anuales, cada pasajero tendría que pagar unos 200 euros más solo para cubrir el coste de las infraestructuras. Esa línea, que es la que transporta mayor número de viajeros, recuperará a largo plazo apenas el 46% de los costes de inversión, cifra que desciende hasta el 11% en la de Madrid-Andalucía, y no llega al 10% en la de Madrid-Valencia. Cada vez que alguien viaja en AVE nos cuesta dinero, algo que una empresa privada en modo alguno consentiría”.
El sinsentido se acentúa hasta el estrambote en el caso de la línea Palencia-Santander, continuación de la Madrid-Palencia con la que se pretende unir la capital cántabra con la capital de España en unas 3 horas. Porque no hay masa crítica de población como para justificar el dispendio de cerca de 2.000 millones de euros. La suma de las poblaciones de Santander, Astillero, Los Corrales, Torrelavega y Reinosa, más Aguilar de Campoo y Palencia, apenas alcanza los 380.000 habitantes, lo que arroja un miserable ratio habitante/km de vía (200 km) de 1.900, que augura una intensidad de uso muy precaria. Más difícil aun de justificar es el hecho de que la alta velocidad no va a llegar en realidad hasta Santander, puesto que finalizará en Reinosa. En efecto, llevar el AVE hasta la ciudad requeriría de inversiones inabordables en términos de racionalidad económica para salvar la orografía del terreno, un esfuerzo que haría necesaria la construcción de algunos de los viaductos más espectaculares del país. De modo que cuando los usuarios alcancen Reinosa deberán continuar viaje por la línea de cercanías de RENFE que hoy une esa localidad con Torrelavega y Santander, línea a la que los promotores del invento han prometido alicatar hasta el techo con modernidades varias para ocultar la realidad de un AVE a Santander que solo llegará hasta Reinosa.