IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La hipótesis de que un violador excarcelado pueda delinquir de nuevo provoca en Moncloa escalofríos de desasosiego

Es un lugar común en política, basado en la experiencia, que los réditos de un Gobierno de coalición los aprovecha siempre el partido más grande aunque los haya propiciado el más pequeño. Ocurrió en Andalucía, donde la buena gestión de C´s ayudó a cuajar una mayoría absoluta… de Juanma Moreno. Pero también sucede al revés, que los errores del socio menor impactan sobre el mayor en su propio detrimento. Es lo que le está pasando a Sánchez con Podemos, cuyas intemperancias dogmáticas consentidas han terminado, como él mismo pronosticó antes de echarse en sus brazos, por quitarle el sueño. Y en vísperas de unas elecciones, que para un obseso de la propaganda constituye siempre el peor momento. La factura de los despropósitos de la ley del ‘sólo sí es sí’ tiene a todo el PSOE más que inquieto y la simple idea de que un violador excarcelado reincida provoca en Moncloa escalofríos de desasosiego. La mala noticia consiste en que aunque corrijan el bodrio ya no es posible meter otra vez para adentro a los agresores sexuales que han quedado sueltos por una mezcla de sectarismo ideológico, ineptitud técnica y desprecio a los consejos de los expertos. El mal está hecho.

El problema del presidente es que para los ciudadanos esa ley es tan suya, o más, como de Podemos. Por eso trata de subsanar la chapuza a toda prisa mientras sus coaligados buscan una salida digna sin parecer que rectifican. Y por supuesto sin asumir el descalzaperros causado por su pavorosa incompetencia legislativa, pese a que en la ‘banda de la tarta’ figura una magistrada a la que cabría suponer cierta profesionalidad jurídica. La diferencia entre las dos partes es que los socialistas sienten más premura que Montero, Belarra y compañía, empeñadas en construir un relato que siga culpando a los jueces ‘fachas’ de demoler la reputación gubernamental con interpretaciones retorcidas de una norma intachable y cristalina. De ahí la estupefaciente propuesta de reeducarlos en cursillos para desprogramarles su resabio machista.

En el guión de la palinodia, aún en fase preliminar, no figura por ahora la admisión de la alarma social ni de ninguna otra presión externa. Mucho menos una confesión de mala conciencia por los efectos imprevistos –que ya van por casi trescientas revisiones– de la rebaja de penas. Imprevistos por Igualdad, claro, porque el proyecto recibió durante el período de redacción toda clase de advertencias desoídas por pura soberbia (infantil, añadió Manuela Carmena). Hay que aparentar que el Ejecutivo se ha apercibido solo de la grieta y en su infinita sensibilidad procede a repararla sin interferencias ajenas y sin cesión alguna ante las protestas de la derecha, que por cierto ha ofrecido sus votos por si al Gabinete, enredado en sus cuitas, no le salen las cuentas. Va a hacer falta mucha cintura dialéctica para lograr a la vez ‘enmendalla’ y ‘sostenella’.