Olatz Barriuso-El Correo
- El terremoto político que supuso la decisión del PSOE de desalojar a UPN y aupar a Asirón a la Alcaldía no ha tenido réplicas. Es más, los soberanistas se han consolidado como socios de Sánchez y preparan el terreno en Euskadi
Tras la investidura de Pedro Sánchez en noviembre de 2023 gracias al apoyo de una heterogénea y apretada mayoría de fuerzas nacionalistas, entre ellas EH Bildu, el secretario de Organización del PSN, Ramón Alzórriz, y la líder de Sortu y de la coalición soberanista en Navarra, Miren Zabaleta, ultiman en secreto una bomba política que estallaría un mes después, el 28 de diciembre. Nada más lejos de la inocentada: mañana se cumple un año de la moción de censura que, gracias al apoyo clave de los socialistas, desalojó a la regionalista Cristina Ibarrola de la Alcaldía de Pamplona y devolvió la makila al soberanista Joseba Asirón, que ya había sido alcalde entre 2015 y 2019.
La mejor manera de resumir lo que han dado de sí estos doce meses de inédito idilio municipal entre el PSN y Bildu, que también garantiza la estabilidad al Gobierno foral de María Chivite -acaba de aprobar su sexto Presupuesto consecutivo gracias al apoyo externo de los de Arnaldo Otegi-, es escuchar al propio Alzórriz, esta misma semana, en un mensaje dirigido a UPN, ahora liderada por la exalcaldesa Ibarrola. «Siguen instalados en discursos caducos, del pasado, que nada tienen que ver con la mayoría social de Navarra. Su único discurso es EH Bildu y ETA, y siguen sin entender que ETA fue derrotada hace más de diez años y que la sociedad navarra demanda que los partidos avancen con ella, sin vetos, con diálogo y sin confrontación permanente». Una reflexión en absoluto fruto de la improvisación, sino perfectamente empaquetada en una nota de prensa, y un paso más allá del argumento habitual de Chivite, el de que es «una victoria de la democracia» que la banda ya no «marque la agenda».
Las palabras del también portavoz del PSN suenan, tanto en la música como en la letra, bien distintas a las que pronunciaron los socialistas navarros hace ahora un año, cuando circunscribieron el acuerdo a un ámbito estrictamente «local» y únicamente motivado por la parálisis presupuestaria de la ciudad. Una y mil veces negaron que la operación se fraguara en Madrid, en pago ‘diferido’ al apoyo comprometido por Bildu si a Sánchez le daban los números, como así fue, para seguir gobernando. UPN siempre ha sostenido que, si la operación no se consumó antes, tras las municipales de mayo, fue solo porque los socialistas afrontaban la reválida decisiva en las generales adelantadas por Sánchez. La portavoz socialista en el Consistorio pamplonés se votó a sí misma, de hecho, con el argumento de que no podía hacer alcalde a un candidato, Asirón, que «practica la imposición». Aquella portavoz era Elma Saiz, ya ministra para cuando se escenificó hace un año la moción de censura.
El terremoto político que provocó aquella decisión -con concentraciones en las calles y palabras gruesas en el pleno (‘traición’, ‘terroristas’, ‘escoria’)- no ha tenido sus réplicas. El discurso que se ha impuesto es el de mirar hacia delante y caminar, como decía Alzórriz, de la mano de una sociedad que aprieta igualmente el paso. Es significativa, por ejemplo, la reflexión que hacía el popular Mikel Lezama para argumentar el respaldo de su partido a los Presupuestos de PNV y PSE en Gipuzkoa. Si hace un año no fue posible, reconocía en un arrebato de sinceridad, fue entre otras cosas por el «vértigo» que provocaba al PP pactar con los socialistas tras acusarles de venderse a Bildu.
Energéticas y ‘ley mordaza’
Pero el tiempo todo lo cura, y da perspectiva. Un año después, los pactos con Bildu son norma y no excepción y la coalición soberanista ha dado el estirón definitivo como socio homologable a cualquier otra sigla, muy por encima incluso de otras políticamente ‘apestadas’ como Vox. En Madrid, Sánchez les mima tanto como al resto de sus aliados -con promesas en ocasiones difíciles de cumplir porque chocan con las hechas a los otros socios-, aunque ellos se han convertido en expertos en sacar chispas a esos pactos, lo mismo cuando se trata de avances sociales, de rebajar las multas por la ‘ley mordaza’ o de sacar los colores al PNV con el impuesto a las energéticas, condenado a decaer por falta de apoyos. Incluso, se han permitido hacer llamamientos a la «responsabilidad» para cortar el paso a una hipotética entente PP-Vox.
En Euskadi, el hito político en Pamplona coincidió con la precampaña de las autonómicas y el PSE de Eneko Andueza se vio obligado a enfatizar que jamás se echarán «en brazos» de Bildu mientras no reniegue expresamente de su pasado. Sin embargo, un año después, la noticia política del otoño ha sido el empeño de los soberanistas en meter la cuchara en todas las salsas, para acabar apoyando las Cuentas de PNV y PSE en Álava, e incluso en Bizkaia, donde su voto no era necesario. Los socialistas admiten ahora que les favorece un escenario donde pueden ser la ‘novia’ deseada por cualquiera de las dos fuerzas mayoritarias y abertzales y el PNV asume que Bildu prepara el terreno para intentar dar el salto a los gobiernos, a partir de 2027, de la mano del PSE.