Daniel Ramírez-El Español
 

Es curioso lo que está pasando con Pamplona. Como si hubieran cerrado las murallas de la ciudad, lo que se escribe fuera casi nada tiene que ver con lo que sucede dentro. Y lo que es peor: lo que quienes están dentro tratan de trasladar afuera –me refiero a los políticos– acaba resultando la mercancía más distorsionada. Ahí va un repaso por el muro de las desfiguraciones.

PSOE

1. No es normal, es extraordinario

Son los protagonistas de la fiesta. Mienten cuando aseguran que esta etapa apenas tiene importancia, que es un elemento más en una política de «normalización» de Bildu como fuerza progresista.

En Pamplona, la política jamás había funcionado mediante el eje conservadores-progresistas o derechas-izquierdas. Estaban a un lado quienes condenaban el terrorismo y al otro quienes no lo hacían. Incluso había tres bloques porque los nacionalistas no estaban unidos. Nafarroa Bai primero y Geroa Bai después –Uxue Barkos, marca blanca del PNV– también marcaba distancias con los abertzales.

De hecho, en 2007, cuando los socialistas navarros intentaron alcanzar el poder mediante un pacto con los peneuvistas, fue Ferraz quien abortó la operación. Se conoció como el «agostazo». A la dirección de Zapatero, ¡de Zapatero!, le pareció un delirio que los suyos acordaran un gobierno con el nacionalismo vasco. Un nacionalismo vasco… enfrentado a la violencia.

A principios de la Transición, el PSOE navarro no existía. Era una federación incluida en el PSE –Partido Socialista de Euskadi– y muchos de sus dirigentes creían en la integración de Navarra en el territorio ficticio de Euskal-Herria.

De pronto, Gabriel Urralburu –luego fue presidente de Navarra y después primer gran político encarcelado por corrupción– reclamó la soberanía y se formó lo que hoy conocemos como PSN –Partido Socialista de Navarra–.

Desde entonces, los socialistas navarros siempre habían marcado una durísima frontera con el terrorismo, pero no sólo eso: rehuían cualquier posibilidad de entregar el poder a Batasuna y sus derivadas.

El único precedente de coqueteo nacionalista era el de 1979, una alcaldía de Pamplona socialista –Julián Balduz– hecha posible por los votos de Batasuna, pero sin negociación mediante. Los abertzales prefirieron que gobernara la izquierda a que lo hiciera la derecha.

Poco a poco, Sánchez fue difuminando la frontera, pero aun así la «línea roja» era clara: se empezó a negociar medidas sociales y presupuestos con Bildu, pero no cabía en ninguna cabeza un acuerdo de gobierno, y menos para entregar el poder por completo a la organización de Otegi. Lo prometió el propio presidente del Gobierno. Pero «cambió de opinión».

Conclusión: el PSOE no puede encuadrar lo realizado en la categoría de «normal». Es un hecho excepcional que, además, no tiene marcha atrás. En la Historia del PSOE, este diciembre de 2023 siempre será la primera vez que se dio una alcaldía a Bildu. Sánchez ha volado por los aires una manera de concebir la política que venía operando desde 1978. Si cree que es necesaria, debe dar la cara y explicarlo.

2. «Recorrido ético»

Es verdad que Bildu no es ETA. Me lo dijo, literalmente, María Caballero, hija de Tomás, asesinado por la banda terrorista. Con gran altura de miras, apostilló: «En Bildu hay gente de ETA, pero no todo Bildu es ETA». Esto, a algunos, les parecerá un matiz sin importancia, pero nuestro deber es establecerlo porque conforma la realidad.

Muy poco a poco, milimétricamente, Bildu ha ido dando pasos en dirección a la no-violencia. Pero, como dice el PSOE, les falta completar su «recorrido ético». El alcalde de Pamplona forma parte de esa hornada de abertzales que no transigió en su pasado con el terror. Pero tiene el cuajo de integrar una organización en cuyas listas electorales participan asesinos de la banda, algunos sin arrepentir.

Esa es la pregunta que no responde el PSOE con claridad: ¿cómo es posible hablar de una formación de «izquierdas, progresista y normalizada» cuando admite a pistoleros orgullosos de su pasado como posibles cargos representativos? ¿No es ese un «recorrido ético pendiente» lo suficientemente amplio como para no darles el gobierno de Pamplona?

3. El documento firmado

Otra de las mercancías que trata de colocar el PSOE es el documento firmado con Bildu. Los socialistas celebran a los cuatro vientos que los de Otegi hayan suscrito estas líneas:

“Nos comprometemos a trabajar para generar un clima político de entendimiento que mire al futuro, sin olvidar el pasado, desde la convicción política y ética de que es necesario el reconocimiento y reparación de las víctimas generadas por la violencia de ETA, evitando en todo momento que se puedan generar situaciones de humillación”.

No es poco para tratarse de Bildu. Es mejor que nada. Pero ¿cómo puede ‘vender’ esto el PSOE como un gran paso adelante? Bildu, como heredera de Batasuna, no jugó un papel de mero espectador en el terrorismo. Primero, muchos de sus dirigentes celebraron atentados, otros señalaron a adversarios que luego se convertían en víctimas y, perpetrado el asesinato, no lo condenaban.

Contribuyeron a generar un clima social propenso al terrorismo. Insisto: fueron actores, no espectadores. El texto del acuerdo firmado por el PSOE es el texto que puede firmar el propio PSOE, pero no alguien que estuvo en el lado oscuro de los zulos.

En el Parlamento de Navarra, por ejemplo, tiene escaño Adolfo Araiz, que refrendó la ponencia Oldartzen, esa «socialización del dolor» preconizada por la banda y que supuso la ampliación del rango de víctimas. A los policías y guardias civiles se unieron los concejales.

Es mejor que Bildu esté en las instituciones. «Mejor votos que bombas», decía Rubalcaba. Es mejor Bildu condenando la violencia de ETA en aséptico que sin condenarla. Pero una cosa es que esté en el Parlamento y otra darle su gobierno más preciado, el de la «capital de Euskal-Herria».

4. El pago a la investidura

Basta conocer la estructura cesarista de los partidos políticos de hoy para verle los pies a la mentira. Es impensable –en PP y PSOE– que una delegación autonómica pueda impulsar una moción de censura sin el conocimiento de su matriz.

¿Cómo va a negociar un grupo de concejales por iniciativa propia entregar una alcaldía como la de Pamplona a Bildu sin meter en el ajo a Ferraz? Para más inri, la antigua líder en el Consistorio es Elma Saiz, hoy ministra, la misma que reiteró que jamás pactaría un gobierno con Bildu; y Santos Cerdán, mano derecha de Sánchez, es miembro de ese organismo supuestamente autónomo de Navarra.

Bildu fue el único de los partidos que apoyaron la investidura de Sánchez sin un documento firmado, sin un pago aparente. Apenas un mes después de echar a andar el presidente, es fácil seguir el rastro del dinero. Se llama Pamplona.

UPN

1. «Los terroristas»

En cuanto el PSOE pactó con Bildu la moción de censura, los dirigentes de UPN salieron a gritar que se había entregado la alcaldía a los «terroristas». Es comprensible el enfado, el dolor de la derrota fruto de la pérdida del último bastión. Pero es mentira que vayan a gobernar Pamplona «los terroristas».

Cuando se trata de un asunto tan grave como el terrorismo, no se debe pasar ese brochazo. Es un delirio llamar «terrorista» a un alcalde que tiene las tragaderas de militar con terroristas pero que condenó la violencia cuando se producía. Hemos visto a muchos terroristas. Son gente que va con una pistola, pone una bomba y pega tiros en la nuca.

Este matiz puede ser doloroso para algunos y baile de salón para otros, pero si se obvia, se genera odio y se da peligrosa «cuerda al recuerdo», como escribió Gabriel Celaya, que vivió la guerra como derrotado y pidió a la izquierda que no hiciera política como si tuviera que ganarla.

UPN lleva un tiempo desnortado. Gana elecciones pero es incapaz de gobernar. Es imprescindible dignificar y salvaguardar la memoria de las víctimas, pero no es inteligente entonar el «que viene ETA» como punta de lanza. Porque ETA no va a volver. Y porque llamar terrorismo a lo que no lo es banaliza los atentados.

Existen muchos argumentos para ser muy contundente frente al binomio PSOE-Bildu. Muchísimos navarros, también quienes sienten una tremenda aversión a las maneras de Otegi, contemplan ese discurso como la voz del pasado y la inoperancia frente al futuro.

Cada vez son más los votantes que no han conocido ETA. Cada vez son más los que creen compatible pasar página y honrar la memoria de las víctimas. Si la principal propuesta del programa es «que viene la ETA», les será imposible gobernar Navarra. Están siendo incapaces de hacerlo en el momento de mayor debilidad del Partido Socialista.

2. ¿Y Navarra?

Hay un matiz que me llama profundamente la atención. Desde que se urdió el pacto, ni PP ni UPN están poniendo el foco en lo más peligroso de la moción PSOE-Bildu. ETA ya no existe, pero sí existe Bildu: un partido que quiere independizar Navarra junto al País Vasco y convertir Pamplona en la capital de Euskal-Herria.

¡El PSOE, partido que gobierna España y que supuestamente no pasa del federalismo, ha entregado la alcaldía a una organización que promueve sin ambages la disolución nacional! Este sí es un asunto del presente y está quedando disuelto en el «¡terroristas, terroristas!».

El gobierno de Pamplona, a partir del 28 de diciembre, estará en manos de una organización que intentará conducir la ciudad a Euskal-Herria. No es una apreciación, sino una conclusión que se desprende del programa abertzale.

Eso va a ocurrir gracias a Pedro Sánchez. Y los titulares sólo versan sobre ETA, algo que por duro que sea, ya no opera demasiado en el voto, como se ha visto en las elecciones vascas y navarras de los últimos años.

BILDU

1. El olvido de Asiron

Joseba Asiron gobernó la ciudad entre 2015 y 2019. Ahora disfrutará de otros cuatro años al frente del gobierno municipal. Es un tipo de trato afable. No lo conozco, pero ha sido profesor de algunos amigos.

Los abertzales lo eligieron candidato conscientes de que había llegado una nueva era. El momento de pasar página. Para ser un partido «normalizado, progresista y de izquierdas» no podía haber al frente de la lista un tipo que haya secuestrado a punta de pistola.

Por eso llegó Asiron y por eso acaba de dar un paso atrás Otegi. Cuando mataron a Tomás Caballero, el próximo alcalde firmó un manifiesto condenando aquello junto a otros representantes del mundo cultural abertzale. No era fácil hacerlo. No era agradable, en aquella sociedad, desmarcarse de esa omertá que imponía ETA.

Pero firmaron, en concreto, esto: «Nosotros, euskaldunes navarros en el umbral del siglo XXI, ante el criminal atentado cometido en Pamplona, queremos manifestar nuestra más firme y total condena del injustificable asesinato de Tomás Caballero».

Lo más desconcertante –y desolador– en el caso de Asiron es su marcha atrás. Conforme ETA dejaba de matar y la sociedad en general daba pasos hacia delante, él los ha dado en la dirección contraria.

Ya como alcaldable de Bildu, año 2015, en una entrevista concedida a Diario de Navarra, le preguntaron por aquel manifiesto firmado en 1998. El de la valentía. Contestó: «No recuerdo en qué contexto fue». Es imposible no recordar el asesinato de Tomás Caballero. Todos los pamploneses lo llevamos tatuado en la memoria. La salida del portal, la vecina a la que iba a acercar en el coche, los disparos.

Si Asiron tuvo las agallas de figurar como «euskaldún navarro» que «condenaba» enérgicamente el asesinato de Caballero, es imposible que lo haya olvidado. De verdad, es imposible. Si Asiron dio esa respuesta es porque se dejó vencer por ese delicado equilibrio de condenadores y legitimadores del terrorismo que convive en la coalición de Otegi.

El periodista le repreguntó y él insistió: «Pues no lo recuerdo, pero en cualquier caso, por sistema, estoy en contra de cualquier tipo de violencia». En esa misma conversación, Asiron rechazó utilizar el verbo que había utilizado en 1998, ¡cuando ETA mataba!

–Pero ya no usa la palabra condena –le dijo el periodista.

–No, claro que no, porque no voy a entrar en esa dinámica de condenas. Es más que suficiente decir que hay un reconocimiento de la otra parte.

Convendría actualizar esa entrevista. ¿Qué diría hoy Asiron? ¿Se habrá recuperado de su amnesia?