RICARDO F. COLMENERO-EL MUNDO

LA PRIMERA medida que tomó como presidente del Parlament balear el podemita Balti Picornell fue ordenar un desahucio. El de su ex compañera de partido Montse Seijas, cuando los bedeles descubrieron que llevaba noches pernoctando en una de las salas, en lo que parecía un ejemplo práctico de que la formación morada había venido para transformar las instituciones.

Ahora que no preside el Parlament, Picornell pudo retomar su tarea de liderar las manifestaciones antimonárquicas frente al Palacio de la Almudaina. Algo que su cargo le impidió realizar el pasado año, porque tenía que estar dentro, abrazando a Felipe VI, con quien habló de «tomates», y de «tender puentes con Cataluña», cosa que luego desmintió asegurando que le costaba expresarse en castellano. Suponemos que a Picornell.

El podemita dijo que había tenido que aparcar su republicanismo para ejercer de presidente de una institución que representaba a todos los baleares, lo que suponía dejar de representar a los antimonárquicos. Este regreso a las calles marca un antes y un después en el relato de Podemos. Al parecer solo se pueden cambiar las instituciones cuando no están en ellas.

La coherencia de Balti se vio superada ayer por la de su compañera de partido, y ahora vicepresidenta del Parlament, Gloria Santiago. La diputada saltó a la política como directora general de Transparencia en Ibiza, poniendo en marcha una web en la que seguir minuto a minuto la agenda de los representados. Entonces el PP criticó su exceso de transparencia, ya que, según la web, Gloria no hacía nada.

A la vicepresidenta del Parlament no volverá a pasarle algo parecido ya que toda su actividad queda ahora reflejada como youtuber, donde a modo de sketches humorísticos, nos va explicando la democracia. En el último, entra en casa con los tacones en la mano tras «estar con Felipe», y se encierra en su cuarto para quitarse «el disfraz de súbdita».

Para explicar cómo pudo frenar su republicanismo, hay que remontarse a cuando colgó el dress code de la recepción, que imponía el vestido corto a las mujeres, y que aprovechó para fotografiarse con los Reyes en pantalones. Un gesto de rebeldía que no hizo más que acentuar su pleitesía, demostrando que, además de no perderse la recepción, podía ir como le diera la gana. Balti aprovechó que ya no es presidente del Parlament para acusarla de rendir pleitesía, y recordarnos de paso que cada vez que se cuestiona la utilidad de la monarquía, llega el republicanismo y nos la recuerda.