Gabriel Sanz-Vozpópuli
- La vicepresidenta, funcionaria europea por encima de todo, va a tener que esforzarse mucho en convencer a la UE y a los países ‘frugales’ de que el presupuesto de España no es sinónimo de ‘barra libre’ de gasto
«Érase una vez un gran reino en el sur de Europa cuyo Producto Interior Bruto (PIB) sufría la inédita caída del 11,2% -150.000 millones de euros menos- fruto de una pavorosa pandemia, pero los príncipes valientes que lo gobernaban no se arredraban y proyectaron para el año siguiente un aumento del 53,7% en el gasto (196.097 millones); dinero justo dedicado a la justa lucha sanitaria contra el dragón del virus con 3.064 millones más (+151,4%) y al justo alivio a los parados y las colas del hambre… aunque también a otras cosas: 1.200 millones para subir el sueldo a los funcionarios un 0,9%, 11.935 millones más para política verde de la Vicepresidencia para la Transición ecológica y muchas cosas más… todo ello en medio de una brutal caída de la reudación solo aliviada por la legendaria generosidad del Banco Central Europeo (BCE), que, aconsejado por ese elfo bueno llamado Luis de Guindos compraba y compraba deuda de aquel Reino a mansalva… porque recaudar, lo que se dice recaudar, el Reino recaudaba poco».
Así va a tener que empezar Nadia Calviño el cuento al vicepresidente de la Comisión Europea -uno de sus jefes en la vida anterior bruselense-, Valdis Dombrovsky, y al comisario, Paolo Gentiloni; esosi no se lo ha adelantado ya por teléfono con música de Disney para hacérselo más digerible a ese Norte frugal que no quiere soltar un euro de los 72.700 millones de subvenciones, sin garantías claras de que el Reino no se convierte en una especie de barra libre de gasto público.
Rutte, ese ‘elfo’ malo
El problema de la vicepresidenta económica no es que el papel lo aguante todo, que el Proyecto de ley parezca una carta a Papá Nöel donde se huye de realidades ya tangibles tales que «déficit» o «deuda», no digamos «ajuste» o «recorte, vade retro. El riesgo para la enviada a Bruselas por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias (los príncipes valientes) es que el viejo sonriente de barba blanca y gorro y mofletes rojos le acompañe hasta a la carroza y la despida majestuosa: «Querida,vuelva usted con otras cuentas».
Porque Dombrovsky y Gentiloni tienen la obligación de atender no solo a los criterios de nuestra Calviño, también a esos elfos malos, que son el primer ministro de Holanda, Mark Rutte, y la primera ministra finlandesa, Sanna Marín, quienes ya advirtieron a España que no piensan autorizar gastos de España distintos de aquellas inversiones que él considere, por más que uno de nuestros príncipes valientes, Iglesias, haya decretado el final del austericidio con estas cuentas.
Somos el único país en toda la zona euro que prevén subida de los impuestos directos: del IRPF cuasi simbólica -afecta solo a 65.000 contribuyentes, los que ganan más de 200.000 euros año- y el impuesto de sociedades para que las 1.700 empresas más importantes paguen, mínimo, un millón de euros más cada una… Aún así, Dombrovsky y Gentiloni saben que esas cuentas tienen muy difícil cuadrante; a saber, el Gobierno espera conseguir 33.447 millones más en 2021: 7.000 solo con subida de impuestos y el resto, 26.000 millones, con el PIB creciendo hasta ese dudoso 10,8% fijado en la actualización del 6 de octubre. Les recuerdo que veinte días después ya tenemos encima otro estado de alarma paralizador de la economía hasta el 9 de mayo… Diga lo que diga Pablo Iglesias:
Nadie sabe cómo acabará este cuento, pero varios amigos economistas, alguno vinculado al PSOE, advierten que los presupuestos presentados este martes a bombo y platillo después de no pocos tira y aflojahasta el último minuto son lo que parecen: una “huida hacia adelante” para sacar adelante las cuentas públicas en las Cortes, «un Frankenstein presupuestario que le garantiza a Pedro la continuidad de la legislatura, y luego ya veremos»… veremos si se cumple, quiere decir esta fuente, a tenor del empeoramiento de estas semanas y el nuevo estado de alarma.
Y es que La Moncloa cree contar con el respaldo tácito de Papá Nöeldesde hace semanas para emitir más deuda en tanto lleguen los fondos, pero convendría no tentar a la suerte con unos números muy alejados de la realidad, dicen los que saben de esto; que la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, y sus comisarios se saben al dedillo cómo estamos porque nos tienen monitorizados al minuto.
No es que nos vayan a intervenir al más puro estilo Grecia, no, por más que la UE insista en enviarnos mensajes para que nos acojamos al fondo MEDE -Sánchez los ignora porque supondría arrastrar el estigma de la intervención y no está dispuesto-… Tampoco le hace falta a Bruselas intervenirnos. Sus hombres de negro están aquí; y, de negro o no, andan muy preocupados por la evolución del país con un motor gripado -el turismo- y el otro -industria- al ralentí con perspectivas más pavorosas aún de quiebras y concursos de acreedores.
En estas condiciones, resulta pueril -«hasta suicida», me dice uno de los economistas consultados- plantear unas cuentas públicas a efectos de consumo interno, «sin rastro de ortodoxia alguna en el gasto», solo para recordar a los funcionarios y a los jubilados que son PSOE y Unidas Podemos quienes les van a subir el sueldo y la pensión.
España es la cuarta economía del euro y Bruselas no va a permitir que se convierta en el enfermo de Europa, diga lo que diga Pablo Iglesias sobre el fin del neoliberalismo; por eso, resalta otro economista, este de la órbita del PP, «tendrían que haber cuidado las formas porque no se han dejado un gasto sin subir». Aunque, si fuera malpensado, igual lo que se pretende es eso: que los baje Bruselas, no el Gobierno.