Ayer se presentó el esperado informe ‘independiente’ encargado para servir de base a la anunciada reforma fiscal. El Gobierno ha elegido un mal momento para presentarlo y la propia ministra de Hacienda se encargó ayer de convertirlo en un trasto sin utilidad alguna, al asegurar que este año no habrá cambios en la fiscalidad. Como el siguiente nos metemos ya en elecciones locales y autonómicas y será un año preelectoral de las generales, podemos asegurar, sin atisbo de maldad, que el informe nace muerto y pasará a engrosar las estanterías de los proyectos que pudieron ser y no fueron.
Además de muerto, el informe amanece torcido. Justo cuando el gas sobrepasa los 200€ y la electricidad y los carburantes se nos han ido a las nubes, nos habla de elevar la fiscalidad verde. Una elevación que supondría encarecer aún más estos productos que, además de vitales, se han encarecido ya lo suficiente. Y, ¿qué decir de las modificaciones propuestas para el IVA, que subirían la factura de un consumo suficientemente castigado por una inflación que se presenta intolerable? Lo que faltaba para retraer más las compras y entorpecer la actividad económica.
Más morbo suscitan las propuestas de ‘armonización’ (lea subidas) de las normativas autonómicas que gravan la riqueza. Una pretensión largamente manifestada por aquellos líderes autonómicos que se muestran incapaces de seguir el ritmo de Madrid y, por eso, han pensado que es mejor y más sencillo retrasar esa comunidad que impulsar a la suya. En lugar de poner el sistema fiscal al servicio de la creación de riqueza, lo ponen al mando de su castigo por la vía de una mayor carga impositiva. Pero, ¿es el momento de abrir una guerra autonómica al respecto? No lo creo, ni creo que lo crea el Gobierno. Máxime, cuando esa guerra, como la de Ucrania, podría trasladarse a lugares insospechados. Si el objetivo último de la pretendida armonización consiste en asegurar la igualdad tributaria de los españoles, con independencia de su lugar de residencia, ¿alcanzará a las provincias vascas y a Navarra? ¿De verdad? Quitarles la amplia autonomía fiscal de la que disponen abriría un frente peligroso. Y dejarlas al socaire de la armonización supondría un contrasentido, además de una injusticia flagrante.
Por eso y, sobre todo por culpa de la coyuntura, este proyecto ha sido una pérdida de tiempo y energía. Papel mojado sin ninguna utilidad. Liberados de esta carga, los expertos pueden dedicarse en adelante a otras labores.