EL CORREO 02/11/13
ENTREVISTA, José Guimón Catedrático de Psiquiatría de la UPV
· «Poner la otra mejilla sería mentalmente malsano. La clave es no llevar a la práctica los deseos de venganza»
José Guimón, referente de la Psiquiatría en Euskadi, analiza las emociones y miedos de los afectados por el terrorismo y de los presos de ETA excarcelados tras el final de la ‘doctrina Parot’ y llega a la conclusión de que «para las víctimas es imposible perdonar». Para el catedrático de la UPV, «si te hunden la vida, poner la otra mejilla sería mentalmente malsano. La clave es no llevar a la práctica los deseos de venganza». Guimón denuncia el deterioro ético en Euskadi: «Me siento culpable por no haberme manifestado más contra todas las barbaridades». Guimón analiza las emociones y miedos de los afectados por el terrorismo y de los presos de ETA excarcelados
José Guimón Ugartechea (Bilbao, 1943) analiza con el rigor de largos años de profesión en la psiquiatría los efectos psicológicos que pueden tener en las víctimas del terrorismo y los presos de ETA las excarcelaciones decretadas tras el final de la ‘doctrina Parot’. Pero también hace su examen desde una faceta más personal, como integrante de una generación de vascos que ha visto nacer y caer el terrorismo en el último medio siglo. En este recorrido por la mente y las emociones, Guimón considera que «es imposible perdonar cuando te hunden la vida», aunque la clave es «no llevar a la práctica los deseos de venganza». Catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco y referente de esta especialidad médica en Euskadi durante décadas, detecta «un deterioro ético tremendo» en la sociedad vasca. «Aquí hemos callado todos», advierte. Pese a esa «impresión de cobardía», ve signos de «esperanza».
– Si nos ponemos en la piel del otro, ¿qué sentimientos pueden estar removiendo ahora a las víctimas de la exmiembro del ‘comando Madrid’ Inés del Río por su salida de la cárcel? ¿Llegan a sufrir lo que denominan en el argot médico el flashback, que es experimentar un suceso traumático como si hubiera ocurrido ahora?
– Hombre, es durísimo. Los familiares que han perdido a parejas, padres, hijos sin saber muy bien por qué, ya que nunca hay razones que justifiquen un asesinato, soportan una experiencia terriblemente dura, muy difícil de superar. El flashback es un síntoma dentro de una alteración que se llama estrés post-traumático. Después de sufrir o ser testigo de un atentado, se produce un cuadro en el que hay insomnio, inquietud, ansiedad… Durante el día la víctima está como desorientada y se les repiten imágenes parciales de la tragedia. Eso se describió por primera vez en los soldados americanos que fueron a la guerra de Vietnam. Una situación estresante de este tipo se puede dar incluso en el momento en el que te avisan de que ‘te han matado a tu marido’. O si ves la explosión de un coche bomba. En el caso de las víctimas de ETA, el cuadro más habitual es la depresión, la angustia y la desolación.
– El Gobierno ha puesto a disposición de las víctimas un servicio de psicólogos. ¿Qué ayuda ofrece el especialista?
– Las víctimas tienen una patología. Una forma medicalizada para intentar ayudarlas es la psicoterapia de grupo. Grupos grandes y medianos con víctimas de la violencia en los que uno puede decir lo que quiera durante hora y media. Puede llegar a ser muy duro emocionalmente, como he podido comprobar en alguna terapia conjunta en la que han participado víctimas de los dos lados, aunque no es eficaz del todo. No es suficiente. Se han propuesto otras medidas, como las ayudas económicas tasadas por ley. Asimismo se ha ofrecido a las víctimas la oportunidad de enfrentarse con la persona que cometió o participó en el asesinato de su ser querido para ver si se puede comprender o perdonar. Estos son los encuentros restaurativos, bien llevados a la práctica por el Gobierno vasco tras una idea propuesta por la ONU. Las víctimas, sorprendentemente, se han puesto en los zapatos del otro. Ha habido empatía, han sentido una cierta emoción ante el relato de la otra persona. La mayoría de esas entrevistas terminaba con un beso o un abrazo.
– Inés del Río ha permanecido en prisión 26 años por su participación en 23 asesinatos. En este caso y otros similares, ¿qué proceso mental se desata en alguien que se reencuentra con la calle tras permanecer recluida la mitad de su vida?
– Hay gente como Nelson Mandela o Gandhi que tienen una configuración psicológica fortísima y son capaces de enfrentarse a cualquier adversidad. Pero un ambiente carcelario suspicaz, con medidas penitenciarias muy restrictivas, alejados de sus familias durante años y años… Eso enloquece a cualquiera. La gente encarcelada puede tener problemas psicológicos e incluso agravarlos si sufre la persecución por parte de sus compañeros o de la Policía tras salir de prisión. La realidad es que el reencuentro de un preso con la libertad depende del estado en el que haya salido. Si ha roto con la banda o no. Si se ha arrepentido o no. Los que no se han arrepentido suelen ser más correosos, más fanáticos, más duros de pelar que el resto.
Eficacia «limitada» en prisión
– ¿Necesitan también ayuda médica o terapéutica los presos que han purgado largas condenas para facilitar su reinserción?
– Tanto la Policía como las familias o la propia ETA se guardan de que estas cosas no se conozcan mucho, incluso por expertos exteriores. La eficacia de la psiquiatría carcelaria es muy limitada, dicho con todos los respetos. Creo que no hay mucha ayuda oficial, pero se la buscan ellos fuera de los circuitos habituales. Yo, en mis cuarenta años de profesión, he tenido pocas experiencias directas con ellos. Y eso que tengo fama de progresista. Entre esto y que mi padre fue condenado a muerte por Franco por ayudar como médico en el hospital de Basurto a los heridos republicanos… Estuvo cuatro años en la cárcel del Puerto de Santa María por ser rojo y uno de los fundadores de Acción Nacionalista Vasca. Décadas después, venían mucho a la clínica de mi padre y de mi hermano a hacerse operar de la próstata, pero eso no es lo mismo que desnudar las emociones ante uno.
– En Euskadi, ¿cuáles son las secuelas sociales provocadas por tantos años de terrorismo de ETA y casi mil asesinatos, en los que la ciudadanía se ha visto además agitada por los crímenes de los GAL y abusos policiales?
– De entrada hay un reblandecimiento, un deterioro ético tremendo. Es que nos hemos callado todos, ¿eh? Unos cuantos han escrito artículos, pero la mayoría, no. Yo, no. Ahora empiezo a hacerlo, después de haber publicado 40 libros y haberme jubilado con 70 años. Hoy puedo hablar claro, aunque nosotros, como psiquiatras, debemos permanecer ocultos a nuestros pacientes. Pero bueno, en conjunto, he sido cobarde. Y me siento culpable de no haberme manifestado más. Esto que digo también lo dicen mis compañeros de aquí y de Madrid. Se han destruido los lazos sociales. Sobre todo en los pueblos, donde no ha habido la suficiente solidaridad y hasta nos cambiábamos de acera para no coincidir con el amenazado. La impresión de cobardía es importante. La gente no ha protestado lo suficiente, y tampoco contra las barbaridades cometidas por los GAL o los abusos policiales, como lo de Lasa y Zabala. Eso es tremendo. Y lo acabas pagando.
– Axun Lasa, hermana de José Antonio Lasa, que fue secuestrado, torturado y asesinado por los GAL junto a Zabala, proclama que «debemos sentir el dolor del otro para poder reconciliarnos». Ella dice que la clave de todo es la humanidad.
– La empatía, sí. Sentir lo que el otro siente. Tiene razón. Lo que pasa es que los psicópatas no la tienen y no se puede enseñar. Ha sido muy importante la reclamación de la memoria, aprender del desastre de Argentina, Chile y los Balcanes.
– Cita usted a su colega Enrique Echaburúa en el libro ‘Trauma y olvido’ que está preparando: «Perdonar es la antítesis de la tendencia natural a la venganza inmisericorde. La venganza, al igual que el odio, no termina nunca de satisfacerse». ¿Renunciar a esos sentimientos es poder vivir en paz?
– Es imposible perdonar. El perdón es una palabra. Y es imposible no tener deseos de venganza. El deseo de venganza es un deseo psicológicamente sano. Si te hunden la vida y alguien pretende que pongas la otra mejilla, eso sería mentalmente malsano. La complacencia puede ser enfermiza. El tema es que no apliques la venganza, que no la lleves nunca a la práctica.
– En Euskadi, estamos muy influidos por la política, examinados como buenos o malos vascos en función de unas afinidades a unas siglas y unas identidades, dependiendo también del territorio de residencia. Y, a la vez, la convivencia y el progreso han sido posibles, incluso con ETA en activo y con tensiones sociales muy duras. Curiosa tara la nuestra.
– Quizá podríamos pensar qué habría pasado si no se hubiera perdido la guerra y no hubiera existido ETA. No sé cómo explicarlo. Tengo tantas críticas para hacer… Podría destacar nuestro carácter solidario. La autocrítica hay que hacerla siempre, aunque sea dura. Pero bien producida, que no sirva para flagelarnos. Lo de ETA es un tema, pero lo importante ha sido la exigencia de la gente de la posguerra en España. De ese señor que reclama su derecho a saber dónde está su padre enterrado. Es esperanzador. Hasta hace unos pocos años nadie había reclamado la memoria histórica. Hace todavía quince años, o menos, yo no podía hablar abiertamente con mis amigos de Getxo, de Neguri, de derechas y de izquierdas. Ahora, sí.