- enseñarles a todos los niños españoles en la escuela, difundir en las plataformas online para el gran público, desmenuzar en las universidades con entrega y hambre de conocimiento la verdadera historia de la Segunda República, con antecedentes y secuelas. Bélicas, culturales y morales
En política, paralelismos y citas tienen el mismo problema que encontró Zubiri a los ejemplos: se vuelven contra sí mismos. Los amigos de citar utilizarán ahora mismo contra mí unas cuantas mentalmente, a modo de armas arrojadizas a cuyo impacto un personaje de videojuego con mi cara cae abatido ya en el primer párrafo de la columna. Diré preventivamente que las citas son un mal imposible de erradicar. Nunca he visto más gente con cultura de citas que entre los diplomáticos españoles. Con gloriosas excepciones de amigos que no voy a mencionar para no perjudicar su carrera. Un hombre de cita fácil es Margallo. Se hace pesado hablar con quien deja regueros de citas. Quizá su merecido castigo fuera responderles a la vez con citas, solo con citas. Pero eso nos rebajaría, ¿verdad?
De cuantas me puedan haber arrojado a la cabeza hasta ahora, solo una debe tomarse —por los pelos, y con la máxima prudencia— en serio. La de Santayana alusiva al conocimiento del pasado. Por supuesto, no la reproduciré. Recordar para no repetir, ya saben. Y un verbo como un martillo: to doom, condenar. Un verbo sin rendijas. No habría modo de evitar la repetición de un pasado que no recordamos.
El aserto del polímata grafómano se nos aparece como un temor más que fundado cuando vemos unas mismas siglas haciendo cosa similar en los años treinta del siglo XX y en los años veinte del siglo XXI. Apropiarse del régimen dejando fuera de él –en una sobrevenida ilegitimidad discrecionalmente punible– a «las derechas». Siglas similares también provocan desde Cataluña el tipo de malestar enconado que, según el Azaña serio (el de 1937 en adelante) fue causa última de la Guerra Civil. No esperen la cita literal, pero lo dice, vaya si lo dice. Si Santayana tiene razón del todo, como estamos tentados de pensar en esta España con aluminosis, entonces no hay nada que hacer. Miento. Me corrijo: entonces solo se puede seguir este plan: enseñarles a todos los niños españoles en la escuela, difundir en las plataformas online para el gran público, desmenuzar en las universidades con entrega y hambre de conocimiento la verdadera historia de la Segunda República, con antecedentes y secuelas. Bélicas, culturales y morales. La radicalidad del plan se justifica por algo peor que el desconocimiento: el conocimiento falso. Y es esa parte de la historia la que no podemos permitir de ninguna manera que se repita. Si se repitiera el Imperio, también olvidado, bien.
El plan para eludir la condena de Santayana no admite gobiernos de izquierdas. A la derecha que vive en el ‘PSOE State of Mind’ (M.A. Quintana Paz) habrá que desprogramarla. El plan se aplicará en toda España, sin singularidades. Así que, si no quieren que se repita el pasado, recen para que el doomed de Santayana sea una licencia literaria, y ayuden a borrar los falsos recuerdos de la memoria oficial. La memoria oficial es lo opuesto a la historia. Puede citarme.