Fernando Navarro-El Español
  • Estamos ante un tsunami que amenaza la paz mundial, la Unión Europea e incluso la democracia representativa. Y Sánchez vuelve a afrontarlo con fotos.

Este miércoles, Pedro Sánchez se reunió con el primer ministro de Finlandia y le aseguró que España alcanzaría el 2% del PIB en defensa.

Pero Sánchez ni se plantea presentar presupuestos en el Congreso y, por distintas razones, a sus socios de legislatura y de Gobierno no les hace ninguna ilusión el incremento del gasto militar.

Tal vez por esto (y porque su manejo desenfadado de la realidad empieza a ser conocido fuera de nuestras fronteras) un periodista pregunto a Sánchez cómo va a hacerlo. «Bueno, deje que se lo cuente antes a mis conciudadanos, je, je».

También podría haber contestado con lo que Iván Redondo dejó escrito el mes pasado en La Vanguardia: «No son los Presupuestos Generales del Estado lo que ahora importa, porque no organizan la convivencia, como tampoco sucede nada si se pierden votaciones en el Congreso. Se aceptan las derrotas con deportividad».

Ah, ¿sí?

Sí: los presupuestos no son más que «una emboscada» y «no son condición por mucho que la Constitución obligue».

Animado por este mismo espíritu, Sánchez ha decidido eludir todas las emboscadas constitucionales (ese campo de minas que es el Parlamento, con sus deliberaciones, sus votaciones y los presupuestos) y ha escogido un formato mucho más asequible de reuniones breves en Moncloa.

«No tiene un plan sino la tentación de esquivar la Cámara» ha dicho Alberto Núñez Feijóo al salir de la suya. Y es cierto.

«La defensa en Europa y en España no se despacha en treinta minutos», ha añadido Feijóo, y también es correcto.

Pero aquí lo importante no eran los treinta minutos, sino las sucesivas fotos que presentarán a Sánchez como un líder dialogante y ocultarán que, de nuevo, está dispuesto a hacer lo que le venga en gana sin controles.

A estas alturas no debería sorprender a nadie que Sánchez haya sustituido la política por la comunicación política. Para ello no era necesario esperar a la guerra de Ucrania: la pandemia de la Covid-19 ya mostró que incluso una avalancha de realidad era subordinada a las necesidades de comunicación, y por eso las medidas de contención del virus quedaron suspendidas hasta después de las manifestaciones del 8-M.

Ahora nos encontramos de nuevo ante un tsunami que amenaza la paz mundial (volvemos al modelo de agresivas potencias), la Unión Europea e incluso, quizás, la democracia representativa. Y Sánchez vuelve a afrontarlo con fotos.

Recordemos, por cierto, que Sánchez puso a Iván Redondo al frente de la oficina encargada de repartir los fondos europeos. Algo que, en el mejor de los casos, dejaba claro que más que para mitigar los daños de la pandemia pretendía usarlos para una campaña electoral continúa (el peor de los casos lo conoce mejor Ábalos).

¿Es prudente que los nuevos flujos económicos previstos escapen de nuevo al control parlamentario?

Pero el formato monclovita tiene muchas ventajas, y no es la menor difuminar al PP (que tiene más escaños que el PSOE) entre todos los visitantes: Gabriel RufiánMiriam NoguerasAitor EstebanIone Belarra y tres más cuyos nombres son difíciles de retener.

Porque la estrategia sanchista de polarización choca con la evidencia de que, en los asuntos decisivos, ambos partidos pueden estar de acuerdo.

Rufián ha aprovechado el difuminado multipartidista para afirmar, tan ancho, que los que no están de acuerdo con el incremento del presupuesto de defensa constituyen una mayoría. Ha dicho también que ya se gasta muchísimo en Defensa. Y ha coincidido con Feijóo en que el asunto debe pasar por el Congreso.

Y sí, por primera vez un líder de EH Bildu ha sido recibido en la Moncloa, lo que representa la culminación de su blanqueamiento.

Se trata de la misma Mertxe Aizpurúa que, en 1983, expresaba por escrito lo bonito que es morir y sobre todo matar por la independencia, concepto que no parece considerar extensible a Ucrania.

Siempre es lo mismo. Los nacionalistas viven en opresiones imaginarias y son incapaces de distinguir las reales.

En fin. El orden mundial se tambalea y Pedro y sus asesores siguen con sus ocurrencias. «El mundo se derrumba y nosotros nos hacemos fotos», diríamos parafraseando (libremente) a Ingrid Bergman en Casablanca.

¿Y la sauna? En la rueda de prensa que siguió a su reunión con Sánchez el primer ministro finlandés no dejó claro si acababan de disfrutar de una o si proponía que lo hicieran en la siguiente reunión.

Tal vez la propuesta revestía un carácter simbólico («aquí estamos desnudos frente a Rusia»). Ignoro si la Moncloa dispone de sauna, pero tampoco habría sido un mal formato.