IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Los sindicatos han puesto el grito en el cielo por unas declaraciones del presidente Sánchez en las que condiciona el derribo de la reforma laboral al acuerdo previo en la mesa social entre empresarios y sindicatos. Vaya por Dios, para una vez… Consideran, no sin razón, que esperar a la conformidad de los empresarios es tanto como darles un ‘primi de dueño’ y dejar en sus manos la resolución de su vieja aspiración. Pero olvidan que el acuerdo pedido requiere, lógicamente, que ambas partes se pongan de acuerdo y ellos tiene el mismo derecho de veto que los empresarios. Si es una propuesta escandalosa, lo será en ambas direcciones.

Y luego está la constatación de que el empleo atraviesa una situación penosa, con riesgo evidente de empeoramiento hasta comprobar donde terminan los tres cuartos de millón de personas que se encuentran acogidos al sistema de los ERTE. Si a principios de año era peligrosa cualquier operación sobre el tejido laboral, ahora, en pleno apogeo de la pandemia y con decenas de miles de negocios cerrados, otros tantos colgados de la ligera brocha de los créditos ICO y con decenas de miles de empresarios decidiendo su futuro, la decisión resulta temeraria.

Por eso, la postura del presidente resulta prudente y conveniente. Lo malo es que ha hecho tantas promesas en la dirección contraria, ha pactado con tanta gente la reversión total, la parcial y la semipensionista de la reforma laboral que resulta lógico que se le revuelvan ahora todos los agentes despechados que creyeron antes en sus palabras. Y aún podía ser peor, puesto que Bildu, que ahora está en el puesto de mando, no ha exigido todavía que cumpla lo que firmó el PSOE con ellos, para revocarlo unas pocas horas después.

En estos tiempos de tan grave carencia de empleo y de tantísima necesidad de puestos de trabajo no es el momento para olvidar aquello tan sencillo de que a un empresario se le puede obligar a contratar de determinada manera, pero no a contratar. Es decir, tendrá que aceptar las condiciones para contratar… si se decide a contratar, y si no le gusta siempre podrá optar por no contratar. Es duro, pero es lo que usted mismo haría puesto en la misma tesitura.

Revocar íntegramente la reforma laboral del PP -que será todo lo mala que usted quiera, pero salvó y creó empleos- y aplicar desde arriba asuntos tan relevantes como la reducción de jornada a cuatro días son aspiraciones tan legítimas como peligrosas. No es el mejor camino para crear el enorme volumen de empleo que necesitamos imperiosamente. Cuando las condiciones cambian de manera tan brusca, cambian para todos. A partir de ahí…